El auge y caída de Bitcoin y sus efectos secundarios

El auge y caída de Bitcoin y sus efectos secundarios

Mucho se ha dicho al respecto de Bitcoin como el futuro de los medios de pago y transacciones. Sin embargo, la más representativa de las criptomonedas experimenta una situación que pone en entredicho tales argumentaciones a su favor. Así como se ha hablado de sus posibilidades como medio de cambio y depósito de valor, también se ha advertido de una posible burbuja especulativa.

En razón de la tan notoria inestabilidad de los precios del Bitcoin, han estallado las alarmas de un posible fenómeno de este tipo. El último trimestre del año pasado se caracterizó por una subida brutal de su cotización cuyo techo estuvo cercano a los US$20 mil y actualmente los precios del mismo oscilan en torno a la mitad de esta cotización record.

Si bien todavía no se da un crash de grandes proporciones, hay muchas preguntas en el aire.

Resulta muy evidente la naturaleza altamente especulativa de la criptomoneda, por lo que cabe preguntarse –ahora- qué tan viable es que trascienda el ámbito de las finanzas para insertarse en la economía real. Recordemos que entre algunas de las características del dinero como medio de intercambio universal, es el valor intrínseco y asimismo un respaldo del mismo. En este último aspecto el Bitcoin no representa problema alguno, pues se sabe de sobremanera que éste reside en el gran registro de transacciones de la cadena de bloques.

El problema surge cuando valoramos la tan comentada posibilidad de una burbuja financiera. Estos fenómenos se caracterizan precisamente por lo que ha estado ocurriendo con el Bitcoin: Los precios de un activo se disparan de maneras increíbles al punto que se alejan de su valor real, apuntalados por las intenciones y expectativas de los llamados especuladores de poder vender luego a un precio más alto; dado que la tendencia parece irreversible la conducta especulativa persiste.

Nunca se tiene certeza del valor de los activos debido a la subida artificial de los precios.

Debido a esto, surgen las dudas acerca de su validez como medio de cambio, pues a la incertidumbre de su valor intrínseco dificulta mucho tranzar con él. A ello se suman otros cuestionamientos acerca de una de sus principales características, la cual es la ausencia de intermediarios.

De darse el caso de una transición a las criptomonedas propiamente dichas, cabe preguntarse de qué manera se fijarían tasas de interés, entre otros aspectos de orden normativo y funcional. Pasando a un plano más real, es una completa incógnita la fijación de precios teniendo como parámetro un medio de cambio del que además de que no hay certidumbres, tampoco opera con los mecanismos tradicionales de circulación y valor.

Puede que resulte increíble, pero ocurre lo siguiente:

La situación actual del Bitcoin tiene una cara ambiental.

La minería de la criptomoneda consume cantidades ingentes de electricidad, que como se sabe, se produce a partir del uso de diversos recursos naturales. En la medida que continúe la espiral especulativa, se demandarán más de estos para mantener a flote el negocio, lo cual a la larga resulta contraproducente en todo sentido.

A estas alturas, y aunque no se ha dado el cataclismo financiero que se ha vaticinado en múltiples ocasiones, es menester hacer notar la necesidad de regulaciones para este tipo de activos. Aún con la situación actual de especulación, es muy real que este mercado presente cada vez más situaciones que evidencian que se encuentra en rumbo hacia la formalidad, por lo que reglas y normas claras serían el siguiente paso a fin de brindar confianza a quienes identifiquen oportunidades de negocio. La estabilización del precio del Bitcoin es una oportunidad de actuar en este sentido.