Nuevas Ideas, no es justo invisibilizar los esfuerzos para un cambio social

Imagen tomada de: Porttada
Por: Ernesto Salmerón

Siempre me ha llamado la atención la falta de objetividad y doble moral que tenemos como salvadoreños, sobre todo si el juicio es ante situaciones políticas.

Último ejemplo: el proceso de inscripción y búsqueda de participación política de Nayib Bukele, como representante de un sector de la población que se identifica con sus ideas y con la propuesta de ejercer un modelo de gobierno más eficaz y justo; de manera que rompa verdaderamente el bipartidismo y los extremos que nos tienen tan afectados como sociedad.

Para esto se debe seguir un proceso, evolucionando de movimiento ciudadano a partido político, que aspira a puestos de poder que permitan ejercer acciones, que mejoren la funcionalidad de los diferentes órganos del Estado y las decisiones que beneficien a las mayorías.

Si vemos las cosas con objetividad

Si dejamos por un momento lo mediático, nuestros sentimientos o ideas forjadas sobre este y el resto de políticos salvadoreños; llama la atención como existe, en este proceso en particular, la visible falta de ética y compromiso de las instituciones. Prevalecen los intereses personales, los juicios subjetivos, la burocracia fuerte, el abuso de poder.

Me llama la atención cómo al resto de gente que no simpatiza con Nayib, con Nuevas Ideas y ahora al CD, simplemente callen, ignoren y traten de invisibilizar los esfuerzos justos y válidos para aportar a un cambio social; sin importar lo que este momento significa. En un país donde se ha derramado sangre por la desigualdad, la participación ciudadana y la añorada democracia, es prácticamente ilógico dejar de buscar la alternancia del poder y un rol diferente de las autoridades que dirigen el país.

Da temor saber que existen gentes tan poderosas para tergiversar la información, promover la corrupción y gobernar de manera tácita, sobre las decisiones que puedan afectar a todo un país.

Me llama la atención también, saber que los partidos icónicos o «de las mayorías» no hayan podido unificar este país en 25 años. Este bipartidismo y la falta de credibilidad en los procesos nos tienen tan divididos y resentidos. Es que no se puede confiar en nada ni nadie.

¿Qué hay de fondo en este proceso?

¿Por qué evitar a toda costa la representación de una nueva oportunidad?, ¿por qué no jugar limpio? Si yo quisiera identificarme con la ciudadanía y dar muestras de transparencia dejaría participar a quien fuera, y lo vencería con acciones positivas para el país y dando una pequeña muestra de progreso democrático. Si el partido oficial, se ha visto tan afectado en los últimos meses y existe una campaña de la derecha de desestabilizar y recuperar el poder a base de señalamientos de ineficiencia y corrupción, ¿por qué no dar luces de apoyo a la juventud?, ¿por qué no demostrar que creen en la alternancia y la transparencia?, ¿por qué querer perpetuar el poder siendo parte del mismo juego sucio?

Imagínense por un momento que no fuera Nayib, ni su círculo de confianza, ni los jóvenes líderes que lo apoyan; imagínense que fuera un mortal común, un salvadoreño sin los recursos y empatía que este genera. Solo pónganse a pensar que otro ciudadano estuviera dirigiendo este movimiento de miles de gentes descontentas con la actualidad, digamos que Juanito Pérez. Estoy seguro que a Juanito ya lo hubieran reprimido y cansado a puro abuso de poderes. Realmente, si fueras vos o fuera yo, este proceso ya hubiera llegado a su fin.

Porque si hay algo en lo que tiene razón Nayib, es que esta democracia es totalmente frágil.