En El Salvador estamos tan acostumbrados al caos y las incomodidades, que no nos damos cuenta que en realidad nos estamos entrenando para cualquier ambiente adverso. Desgraciadamente no es un entrenamiento voluntario, como debería de ser, es el día a día, y cansa, disgusta, deprime. Nuestro ambiente es tóxico: gente mal encarada, malas atenciones, paranoia colectiva, buses hacinados, tráfico insufrible, entre muchas otras que sería tedioso mencionar.
Esta jungla, de apenas 21, 000 kilómetros cuadrados, nos da tanta preparación como cualquier campo militar o cancha de fútbol americano.
El esquema es el mismo en cualquier ciudad, con mejoras evidentes por supuesto, calles más limpias, transporte más ordenado y sociedades más sanas.
Si queremos ver algo positivo de todo lo que sucede en nuestro país, quizá sea ese, que una vez fuera de él, somos capaces de adaptarnos a cualquier ambiente, por más adverso que sea. Un salvadoreño siempre dará más de lo que se le pide, ya sea por voluntad o por agradecimiento. ¿Cuál será la diferencia entre moverte en la India y El Salvador, salvando el idioma?
