America Latina ya es parte de la economía colaborativa, muchos ya piden un UBER o se alojan en un Airbnb o piden su comida por un Hugo, o participan en crowdfoundings en Indigogo, colo por mencionar algunos, pero ¿cuál es el panorama en la región?
La economía colaborativa se basa en una premisa: “Uno lo tiene, otro lo necesita”. Se trata de compartir en vez de poseer de manera temporal, en un mundo en el que se “comparte” todo, principalmente en los dominios de lo digital, este concepto horizontal está migrando ya al plano económico.
De acuerdo Jeremiah Owyan 2016, la economía colaborativa es un modelo económico donde la gente crea y comparte bienes, servicios, espacio y dinero con otras personas. Un ejemplo claro del modelo colaborativo, serían plataformas como UBER y Airbnb, en las cuales personas del común brindan servicios de transporte y alojamiento privado a otros que lo necesitan por medio de plataformas digitales.
De acuerdo al BID, un artículo de la revista Time 2011 indica que el consumo colaborativo es una de las diez grandes ideas que cambiarán el mundo. Y según un informe del Instituto Brookings, dentro de diez años, los cinco sectores más importantes de la economía colaborativa serán: préstamos P2P1, empleadores en libres, transporte compartido y video/música en línea, generando más del 50% del total de los ingresos mundiales.
Según al informe del BID ‘Retos y posibilidades de la economía colaborativa en América Latina y el Caribe’, la posibilidad de generar ingresos es una de las principales motivaciones de los usuarios proveedores en las plataformas, ya que “más del 85% del valor de las operaciones facilitadas por plataformas de EC lo recibe el proveedor y no la plataforma”.
América Latina no es la excepción, de acuerdo a un gráfico de Airbnb Data & Analytics, Rio de Janeiro es hoy la cuarta ciudad del mundo en ofrecer plazas a través de Airbnb, con 33.000 propiedades. De igual forma en México, Uber creció 20% por semana en 2017 y en el ámbito del financiamiento colaborativo (crowdfunding), este país creció el 500% de 2011 a 2015.
La economía colaborativa puede ser un instrumento eficaz para enfrentar el problema de la desigualdad en la región, ya que “con ella se promueve la creación de redes de pequeñas empresas y la transformación de comunidades, a través del desarrollo de capacidades relacionadas con Internet y las tecnologías móviles”. (BID, 2017) Con esta tendencia casi cualquier ciudadano puede convertirse en ofertante de bienes y servicios.
Sin embargo, todo tiene sus contras, por ejemplo, según ABC, los gremios formales de transporte se ven afectados por plataformas como UBER y las personas dejan de caminar gracias a los precios bajos generando más tráfico y contaminación ambiental. Por su parte, los hoteleros pagan grandes impuestos por ser negocios establecidos, los Airbnb no lo hacen y los costos de alquiler se vuelven más altos, problema que se está generando en España, por ejemplo. Además, las que usan las plataformas digitales son las clases media y alta; el potencial de los beneficios a nivel comunitario aún no se ha materializado.
Sin duda, la llamada economía colaborativa está cambiando el panorama de los negocios a nivel mundial, pero deben existir regulaciones para que no se cometan abusos ni omisiones en materia fiscal que perjudiquen la economía local. ¿Qué piensas de esta nueva modalidad de hacer negocios?