No te conviertas en «el pato» de tu clase en este 2020

Tomada de As.com

Muchas personas se sienten como “inadaptadas” en ciertos entornos sociales. No se trata de ser el típico “normie básico” que consume futbol y telenovelas y dice amén a todo lo que le presenta el sistema, sino de saber adecuarse a las diferentes situaciones sociales sin ser impertinente.

Todos somos diferentes debido a nuestro temperamento natural y nuestras experiencias de vida, estas dos cosas conforman nuestra personalidad que nos vuelve seres únicos y auténticos. Pero, ¿qué pasa cuando esa autenticidad sobre pasa el derecho ajeno? Sucede que nos volvemos indeseables para los demás porque causamos problemas innecesarios.

Puedo hablar con propiedad al respecto de este tema, en bachillerato yo solía ser la típica niña “nerd” y bien portada que había estudiado siempre en colegios de monjas. Mi madre me había cuidado y protegido de cualquier tipo de amenaza externa y solía juzgar a los chicos y chicas que iban a fiestas o tenían novios. Pero, ¿qué creen? Me tocó mudarme y entrar a un colegio mixto con chicos “problemáticos” un gran cambio para mí.

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Tomada de: Pymes Magazine

Entonces me convertí en “la niña cae mal” por no soportar su “conducta inadecuada”, que si bien, sí se salía de los límites disciplinarios, tampoco era tan anormal, pues se trataba de adolescentes. Yo hacía lo que mi familia me había enseñado, ser una buena chica que se centraba en el estudio y en llegar a casa sana y salva. Ellos tenían vicios y no les interesaba aprender o aprendían de formas distintas. No me dediqué a tratar de entenderlos, para mí, sus gustos eran tonterías que entorpecían sus carreras.

No me arrepiento de no haberme ensuciado en el fango, pero sí de no haber disfrutado de manera asertiva. En general no tuve adolescencia, no experimenté, no fui tolerante, no les di el papel de seres humanos que se merecían. Yo era perfecta, y sí quizá lo era, pero estaba viviendo una vida de adulta, sus juegos, su música, sus locuras me parecían absurdas. Al llegar a casa le comentaba a mi madre psiquiatra todo lo que los chicos hacían, lo mal que se habían portado ese día al introducir alcohol al salón, al decir groserías, al no dejar dar la clase y ella se escandalizaba, llegaba al colegio y hablaba con el director. Bulling asegurado.

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Toamada de: Desired.de

Luego de eso mis compañeros me tildaron de “sapa” y esa no era una buena señal, de ahí en adelante sería objeto de burlas, indirectas y exclusión. Yo me había criado con puros adultos, lo juro no tenía ni la más mínima idea de qué les gustaba a los chicos, a mí solo me gustaban mis libros y mis documentales. Quizá fue mejor, ahora soy una periodista que se desarrolla en el ámbito cultural y hace lo que le gusta, pero pude haber sido más prudente y aprender de las “mañas” de estos chicos para sobrevivir, pero venía de otro mundo.

Todo es cultura, incluso las tonterías de unos “adolescentes descarriados”, no me contaminé, pero tampoco disfruté esos tres años, sufría, me deprimí y hasta tuve que tomar medicamentos porque nadie en el salón me hablaba. Pude tener una adolescencia más sana e integral, no todo se trata de libros, pude haber aprendido de ellos, pero no lo hice. Me encerré en que ellos estaban mal y que yo era la “niña diez” cuyos objetivos eran sacar las mejores notas y tener la mejor conducta. Lo logré y no me arrepiento de ello, pero nunca debemos dejar de lado las relaciones sociales, el mundo laboral es muy agresivo y siempre encontrarás a este tipo de personas, por eso debes aprender para que cuando seas un adulto no te conviertas en «el pato» de tu empresa.