«El Cherito»: el único auto fabricado en El Salvador

Los salvadoreños nos caracterizamos por nuestro empeño y tenacidad a la hora de trabajar, sin embargo, por circunstancias socio históricas, no hemos podido despegar como referentes de innovación industrial reconocidos a nivel internacional.

“El Cherito” fue un intento de fabricar un automóvil local de fácil acceso al pueblo, como lo fuera el Volkswagen alemán en tiempos de Hitler. La historia se remonta a 1975 bajo el amparo de la familia Frenkel de origen judeo francés. Don Óscar Armando López nos cuenta las anécdotas de su paso por las Bodegas de Desarrollo, espacios en los que se elaboró “El Cherito”.

Según López, los motores y las suspensiones eran ingleses, y estaban destinados para la realización de otro vehículo, los británicos vendieron la patente de este vehículo a un joven que era hijo de una ministra de La India. Esos motores estuvieron embodegados alrededor de cinco años en el país oriental, fue entonces cuando la empresa de la familia Frenkel los compró para comisionar la fabricación de un automóvil para los salvadoreños.

“Yo trabajaba en Auto Palace en la Avenida Roosevelt, propiedad de la familia Frenkel cuando se me destinó a pintar los cheritos allá en Bodegas de Desarrollo en Soyapango. El proyecto estuvo a cargo del Ingeniero Francisco Rodríguez Ruiz. A mí por pintar cada cherito me pagaban treinta y cinco colones, y tenía detrás de mí como a veinte chamacos. A mí me daban toda la producción de buses, de cheritos, de todos, ganaba como mil quinientos colones a la semana”.

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Tomada de: autopasión .com

La idea de un carro para los salvadoreños parecía prometedora, pero, existían problemas en el diseño de la carrocería, aunado a la caducidad de los motores. Se trataba de motores Vauxhall Victor de excelente calidad, sin embargo, la falta de uso por más de cinco años había mermado su desempeño, al respecto don Óscar indicó:

“El Vauxhall viene de la familia del Ford inglés, un muy buen motor, pero, el hecho de haber estado guardados por tanto tiempo hacía que, una vez en marcha y con el uso, se fundiera. Vinieron unos quinientos motores y se hicieron cien unidades porque los motores salían malos. “El Cherito” que hicieron de muestra salió perfecto, pero los demás no”.

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Tomada de: Taringa.net

Según López, algunos trabajadores hacían sugerencias al ingeniero en materia de aerodinámica, pero éste desoyó y siguió adelante con la idea original de un carro cuadrado y poco atractivo. Fue al Ingeniero Rodríguez a quien se le ocurrió la idea de “El Cherito”, él además era el gerente general de todas las empresas de la familia Frenkel, los empresarios le dieron el beneplácito para la elaboración del automóvil.

“Los cheritos valían como tres mil colones, tenían un diseño cuadrado, haga de cuenta que está viendo un raspador de hielo. El Ingeniero Rodríguez Ruiz era una buena persona, pero no logró visualizar las deficiencias del vehículo. Había un carrocero que a cada rato le decía: “Mire ingeniero, yo creo que muy cuadrada la estética” y Rodríguez siempre le decía: “Usted hágalo porque aquí el que manda soy yo”.

Por razones físicas el chasís de un automóvil tiene que tener cierta curvatura, pero los cheritos no la tenían, era por eso que volcaban al cruzar. Don Óscar compró un Cherito y nos contó que las llantas eran rin 13, las capotas y las puertas eran de lona, el carro funcionó por un tiempo, pero luego el motor se fundió y tuvo que devolverlo:

“Muchas personas devolvían “El Cherito” porque les daba problemas con el motor, pero la fábrica no cerró por motivo del vehículo, sino por causa de la guerra. La familia Frenkel migró a los Estados Unidos, de un día para otro indemnizaron a todos. No solo cerró Auto Palace, sino también, Droguería Frenkel, la Fábrica Superior, que era donde fabricaban los buses, y Súper Motores, donde vendían los Lancer”.

Tomada de: Almanaque Escuela para Todos

Y así concluyó la historia de “El Cherito”, un intento de generar una industria automotriz en El Salvador. Actualmente don Óscar Armando López, con la experiencia acumulada de muchos años de trabajo, tiene su propio taller en la Calle 5 de noviembre entre catorce y veintiuna calle, al respecto indicó:

«En Taller López hacemos pintura, enderezado, mecánica, tenemos herramientas de primer nivel como, scaner, una maquinaria para sacar golpes, además de una “L” hidráulica que jala hasta diez toneladas».

Sin duda, el trabajo y el tesón de los salvadoreños son inigualables, errar es de humanos, pero se puede comenzar de nuevo con las experiencias adquiridas y la confianza y el apoyo de inversionistas visionarios.