Cuando se habla de contaminación, es el medio ambiente el que adquiere protagonismo en el dilema. Cualquier agente, ya sea de procedencia física, biológica o química, que pueda tener consecuencias nocivas en un entorno puede ser considerado un contaminante. Cuando el clima y la naturaleza sufren algún percance, las condiciones de vida se ven afectadas a su vez. Es por eso que resulta ser un tema radical.
En este tipo de problemáticas, hay un elemento del medio ambiente que adquiere jerarquía: El agua. ¿Por qué es tan relevante el agua? Constituye el 75% de la superficie del planeta Tierra. Aunque no toda el agua pueda ser consumida por el ser humana, en general este elemento sigue presentando un pilar de subsistencia y de balance en el bienestar ecosistema.
¿Qué sería de la Tierra sin las hermosas especies marítimas?
Esta podría ser la primera pregunta, pero ¿qué sería de la vida sin el agua? No sólo se trata de algo crucial para las personas, sino para todos los seres vivos. El agua tiene muchos usos. Puede usarse en el rubro de agricultura, en el mundo industrial o a nivel doméstico, que es donde entra el consumo del agua.
Sin embargo, al sufrir el agua la contaminación que es producto de la civilización humana, una o más sustancias nocivas se acumulan en el líquido y esto afecta la salud de todo ser viviente. Aunque los fenómenos naturaleza de agua, como lo es el mar o los lagos grandes tienen la capacidad de purificar de forma natural cierta cantidad de presencia tóxica, no llega hasta los extremos de contaminación que existen hoy el día.
¿Qué clase de contaminantes existen?
Los contaminantes del agua pueden ser mucho y no todos son necesariamente el resultado de un error humano. Existen baterías, virus y otros organismos relacionados a enfermedades o desechos naturales y orgánicos que yacen en la naturaleza y pueden dañar a las especies. El problema es cuando estos contaminantes superan el oxígeno.
Por otro lado, están los contaminantes que surgen de compuestos orgánicos como los detergentes, los plásticos, la gasolina, los cuáles tardan en descomponerse. También están las sustancias radiactivas que se acumulan y contaminantes térmicos, los cuáles son los que más distorsionan el medio ambiente al aumentar la temperatura en las aguas y creando una sofocación en el oxígeno.
¿Cómo se puede solucionar este problema?
La pegunta más grande de todas posee una respuesta muy compleja. Existen leyes que regulan esto como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, el Convenio de Londres de 1972 (Dumping), el Convenio Internacional MARPOL de 1978 para la Prevención de la Contaminación y el Convenio OSPAR de 1998 para la protección del medio marino del Atlántico nororiental y las leyes de La Unión Europea de protección del agua, entre otra.
No obstante, más allá de la necesidad de regular el problema mediante leyes que fortalezcan el propósito de proteger el bienestar, se debe agitar la conciencia de las personas. Esto comienza con la educación en los colegios; que le enseñen al niño a botar la basura en su lugar, a reciclar, a cuidar la naturaleza, entre otras cosas.
Debe existir una cultura de protección al medio ambiente entre las personas.
Esta concienciación y educación debe alcanzar el nivel empresarial, donde cada compañía se hace responsable por la contaminación que crea y tiene el deber de solventar el problema. Es paso a paso que se puede llegar a los grandes cambios de forma positiva.
