Andrea: Y Ella juega con pelotas…

Andrea: Y Ella juega con pelotas…

Hace cinco años Andrea McLeod y un grupo singular de personas arrancaron con Vacilarte: El Circo de las Palmas, un proyecto de iniciativa ciudadana centrado en la prevención de violencia por medio de los malabares y el arte circense en la Comunidad Las Palmas de San Salvador.

A Julio le dieron ganas de jugar con pelotas. Poco a poco intentó con dos, luego con tres y ahora es todo un experto en el manejo de las bolas, las clavas, el diábolo y los zancos. Julio es uno de los participantes de Vacilarte. Él no es el protagonista de esta historia, sí lo es en su comunidad y sin duda pronto lo será en muchas.

A Andrea McLeod también le dieron ganas de jugar con pelotas. Poco a poco manejó tres, tres clavas, un diábolo y una comunidad en alto riesgo de la capital salvadoreña. En esta ocasión, ella sí es la protagonista de la historia.

Se le conoció allá por 2011 con interés de estudiar la mente humana, inconforme con el sistema educativo que le entorpecía educarse en Psiquiatría. Andrea, una chica de clase media con múltiples accesos (como la mayoría de chicas de clase media), decide estudiar Psicología en la universidad jesuita de su país. A sus veintitrés años, y de nuevo inconforme, esta vez, con los proyectos sociales existentes, gesta un proyecto pionero en el área de prevención de la violencia: Vacilarte, mejor conocido como “El Circo de Las Palmas”.

¿Cómo influye la Psicología en la creación del proyecto Vacilarte?

 “Con la Psicología yo aprendí que muchas de las realidades sociales que vemos en el país tienen un trasfondo más profundo de lo que se maneja en conocimiento social. Por ejemplo, lo que vos sos, es porque lo aprendiste dentro de un contexto familiar, social. Las condiciones en las que te estás moviendo propician la persona que llegás a ser” comenta Andrea.

Andrea: Y Ella juega con pelotas…

De acuerdo al censo 2007 (que es último realizado en el país) en la comunidad Las Palmas viven aproximadamente 1,500 familias, 10,000 habitantes en un terreno de 13.7 manzanas, lo que constituye el segundo asentamiento urbano más grande de la capital.  Según Portillo, R. (2012) autor de la crónica El código de Las Palmas, sus habitantes sufren de estigmas sociales por ser “de comunidad”, aunque en su mayoría la habite gente trabajadora como cualquier otra.

Tampoco pueden obviarse los problemas sociales que existen, ya que según un diagnóstico del Ministerio de Justicia y Seguridad para 2009, en ese año habitaba una media de ocho personas en cada casa, viviendas de aproximadamente 40 metros cuadrados.

La vulnerabilidad es un tema habitual para la comunidad

El mal clima, el hacinamiento y la pobreza provocan delincuencia, son problemas latentes en Las Palmas, los cuales generan problemas conductuales entre sus habitantes al respecto McLeod comenta: “Entonces, uno se pregunta, los jóvenes usualmente entran en las pandillas por buscar este sentido de identidad, buscar el sentido de pertenencia. Buscan elementos que los hagan a ellos ser alguien en la vida, porque todos queremos ser alguien en la vida, ¿verdad?”.

Después de hacer esa observación allá por 2013, Andrea logra visualizar en los malabares, una herramienta lúdica, terapéutica, ideal para ser implementada y ajustarse a las necesidades de la comunidad. En este punto, logra el equilibrio perfecto entre dos bolas de distinto color y aparentemente ajenas la una de la otra:

La prevención social y la Psicología.

“La idea principal era que los jóvenes en vez de buscar unirse a las pandillas, quisieran jugar malabares, entonces conforme el proyecto se fue desarrollando, los jóvenes empezaron a encontrar en los malabares y en el circo una identidad para ellos” explica Andrea.

No es fácil que una chica de clase media, alta, de tez blanca (como muchas chicas de clase media) logre permear en un ambiente tan “distinto” como el de una comunidad marginal. Podía haber sido rechazada, así como sus miembros son rechazados en otros espacios de la urbe circundante.

Sin embargo, Andrea logró modificar sus paradigmas.

Andrea: Y Ella juega con pelotas…

No estaba sola. Supo juntarse con gente que compartiera su visión social, y que, además, tuviese un conocimiento más extenso sobre los problemas de esta comunidad. Estaba consciente del mote del lugar: el “punto negro” de la Colonia San Benito, “el nido de ratas”, de pandilleros, de jóvenes mal habidos, etcétera, etcétera. Y en algún momento, logró tener acceso a la comunidad y definitivamente, le cautivó la esencia de las personas y el potencial de cambio que percibió en el lugar, al respecto comenta:

“Ellos ahora ya no querían ser los pandilleros de la colonia, ¡los más respetados y no sé qué! Ahora querían ser los malabaristas del circo. Eso les hizo cambiar el foco, de donde se estaban yendo sus acciones. Como en todo en la vida cuando vos te metes en algo, eso te abre como más caminos. Por ejemplo, si vos vas a la pandilla, eso te va abrir el camino, del “dealer” de la droga, o del que tiene las armas porque te movés en esos círculos”. Afirma con tranquilidad.

En los malabares todo es cuestión de equilibrio…

 Es así como a media carrera universitaria, Andrea consigue la tripleta, la maroma más difícil para cualquier malabarista en proceso, jugar con tres bolas: la prevención social, la Psicología y los clichés.

Una vez constatada la habilidad de la chica en el manejo de estas bolas tan diversas, era imperioso saber cómo ella y sus compañeros financiaron el proyecto, una pregunta que sin duda tenía que llegar.

¿Cómo se consiguió el financiamiento para el proyecto Vacilarte?

 “Vaya mirá –nos dice seria- Empezamos sin nada. Hicimos un taller, compramos en el súper vejigas, maicillo y botellas recicladas de estas (señala una botella plástica) y era hacer las pelotitas con los recursos que teníamos ¿vea?, y empezar a enseñarle a los niños a jugar con pelotitas. Después tuvimos un taller de un mes y ese taller lo cerramos yendo con  los niños y niñas al semáforo para que ellos hicieran una presentación y recolectáramos dinero. Entonces al recolectar el dinero, ellos se dieron cuenta que a través de los malabares hay una manera de ingreso, luego fuimos a comer pizza” comenta.

Andrea: Y Ella juega con pelotas…

El proyecto Vacilarte no se quedaría en bolitas rellenas de maicillo. Según sus fundadores esto debía dar para más y sólo un ciego no podría ver los beneficios del mismo en la construcción de equidad social y cultura de paz. Andrea nos cuenta cómo Vacilarte se sube en zancos y entra en la esfera institucional de La Casa Tomada de la Embajada de España, cuyas sedes se encuentran en las cercanías de la Comunidad Las Palmas y cuya relación, simbiótica, comenzó de la siguiente forma:

Como un proyecto ecologista.

“En la UCA ideamos otra asociación que se llama Somos Tutal, entonces Somos Tutal entró en uno de los proyectos de La Casa Tomada por la visión ecológica y por ser de la universidad. Nos dimos cuenta que en La Casa Tomada se había abierto un proyecto de cultura de paz. Ese proyecto contemplaba una comunidad que quedara cerca, siempre en el área Metropolitana, entonces ya que nosotros estábamos trabajando con el proyecto Vacilarte. Fue como que las cosas quedaron justas, ¡no sé, de esas cosas de la vida que no sabes explicar! ¿vea?” Comenta con una sonrisa.

“Y bueno, ellos nos apoyaron prestándonos el espacio y cuando pasó más el tiempo, nos regalaron juguetes para malabares. La Casa Tomada ha aportado principalmente espacios de formación para los jóvenes. Vacilarte ha sido como uno de los proyectos de La Casa Tomada, que nos surgió a nosotros, pero que también, les sirve a ellos como parte de su publicidad como un patrocinio económico hacia el proyecto, pero actualmente es auto-sostenible y gestionado por los mismos jóvenes de la comunidad”.

 A la fecha el proyecto continúa en manos de los chicos participantes del circo.

Parece ser que el arte, bien enfocado, será siempre una buena solución a los problemas sociales. Hoy en día Vacilarte cuenta con muchos miembros entre ellos, niños, niñas, mujeres y hombres que estudian, trabajan y en sus tiempos libres hacen malabares o incluso trabajan de ello.

Para Andrea el aporte de la mujer ha sido fundamental en el desarrollo del proyecto. Al respecto, comenta: “Una de las integrantes más visionarias, Roxana, ganó un capital semilla y empezó junto con Lidy, una segunda escuela de circo, con malabares y batucada; de esta salió la segunda generación con miras a la tercera. En el mes de septiembre 2014, ellos realizaron su primera muestra en la comunidad con la escuelita de circo que lograron formar con el capital semilla que ganó Roxana. La presentación se realizó en el centro de la comunidad y muchos padres orgullosos vieron a sus hijos jugar malabares.  Ahora todo camina sin Andrea, la esencia quedó, aunque no la presencia” explica sonriendo.

“El Rasta” un sueño de amor.

El caso de “El Rasta” es el caso que con más cariño y admiración recuerda Andrea porque según ella se dio vuelta a una historia y se rompió el destino que estaba escrito en fuego para él.

Andrea: Y Ella juega con pelotas…

Según McLeod, él era un chico que al inicio creía que nunca iba a poder hacer malabares, que para él eso iba a ser imposible, pero Andrea y sus compañeros no se rindieron y dedicaron horas a practicar con él. Con paciencia y entrega la habilidad de El Rasta se fue desarrollando y un buen día logró hacer trucos con pelotas y clavas que aún la misma Andrea y sus compañeros desconocían. “Te voy a enseñar este truco” me dijo un año después. “Esa fue para mí la alegría más inmensa”. Todos estaban muy contentos por él, ya que, pasó de ser simplemente “El Rasta” a Malabarista de Vacilarte, lo cual le dio identidad y un sentido de pertenencia al grupo.

Sin duda, aún hay mucho que no sabemos, o quizá nunca sabremos, sobre el aporte social de las llamadas “chicas de clase media”. Lo cierto es que muchas de ellas, aun caminando sobre zancos o tacones, manejan a diario, bolas muy diversas en sus distintos ámbitos de incidencia. Las lideresas están presentes en todas partes. Hoy es Andrea McLeod en monociclo, mañana puede ser la Karla, la Sara o la Marta a bordo de cualquier otro vehículo, con ruedas o sin ellas, que haga girar las percepciones y disolver las barreras de clase que tanto daño hacen a países como el nuestro.

Agradecimientos a Patricia Hernández y Marcela Ascencio por el artículo y las fotografías. 
Puedes visitar su blog: La Patita Café SV.