Antipersona: fragmentos de una sociedad herida por la post guerra

Por: Rafael E. Figueroa, pintor 

La Historia de El Salvador es una historia marcada por la lucha civil. Esa
es una característica que como salvadoreños no deberíamos de obviar. Y es que,
en varios capítulos como sociedad, hemos sido víctimas de violencia de
diferentes tipos, todas ellas relacionadas con desigualdad, abuso de poder e
injusticia.

Hoy reflexiono este tema a través
de la mirada y propuesta Artística de Vladimir
Renderos
, un joven Artista que ha estado interesado en discutir la relación
que ha tenido la generación joven con el fenómeno de la post guerra y la
naturalidad con la que hemos asumido el uso de armas de guerra y el abuso de las
armas del poder. El artista no es ajeno a las esquirlas de la guerra su familia
es originaria de la zona rural de Guazapa, territorio de combate durante el
conflicto. Un espacio en el que las generaciones se criaron al lado de ex
combatientes y zonas invadidas con los recuerdos del luto manifestados en
casquillos de balas, pedazos de escopetas, esquirlas y campos con minas
quitapie. Todo un escenario y una carga simbólica que ha inspirado a este
Artista.

Es importante partir del hecho que
el Arte ha servido siempre como un medio que permite señalar, visibilizar y de
cierta forma, tratar temas sensibles, como el dolor humano provocado por los
conflictos.

“Antipersona”, es una exposición individual de
Pintura, Arte Objeto, Videoarte e Instalación. Todo un conjunto de lenguajes
que trabajan entre sí para poder mostrar al público el proceso analítico que ha
desarrollado Renderos durante los últimos años de trabajo.

Con este cuerpo de obras podemos
enfrentarnos a imágenes que cuestionan el funcionamiento y relación entre la
política, la fe y el abuso de poder.

En cada pieza, el artista ha
utilizado estos lenguajes como solución ante el planteamiento de representar,
visualizar y satirizar la corrupción, la violencia y las cicatrices heredadas
de la guerra civil de los años ochenta en El Salvador, así como su vida misma.

Es un ejemplo de cómo el objeto
descontextualizado y transformado en Arte, nos sugiere reinterpretaciones de
nuestra historia. Encontramos en esta muestra, reproducciones exactas de bombas
y balas de M-16, las cuales han sido sometidas a todo el tratamiento artístico
de la cerámica, del uso del barro y presentadas en esta sala como un medio
contemporáneo.

Un ejemplo de esto es colocar el
registro de los agujeros que dejan las balas de un arma de alto calibre sobre
superficies con características tan frágiles y sensibles como nuestro proceso reconciliativo
de la guerra.

Podría decirse que esta es una
invitación forzada a dialogar sobre las experiencias no tratadas -no sanadas-
en temas ideológicos, religiosos y políticos. Una obra muy desafiante para el
público que accede a las instalaciones del Teatro Luis Poma de San Salvador,
donde la muestra ha sido inaugurada.

Y para todo aquel público que no
está familiarizado con las nuevas tendencias, la serie de pinturas de Renderos
llama muchísimo la atención. Todas las piezas involucran en su composición y
contenido, temas relacionados al poder de la iglesia y su silencio cómplice de
las injusticias; en contraste con la fe y la adoración que muchos salvadoreños
ponen en las imágenes religiosas.

La
propuesta tiene como eje central entender el origen del artista y su visión,
como reflejo de una sociedad expuesta a violencia simbólica, así como la
naturalización de las armas, las balas, los conflictos y los diversos
ejercicios de violencia con la cual esta generación ha crecido. 

Antimina, tal como lo describe el texto curatorial, por Albertine Stahl, viene a
remover nuestras conciencias para darnos cuenta que esta sociedad, nuestro
entorno cotidiano, es un ambiente hostil, vulnerable y de carácter peligroso
para la libre convivencia. Un entono comparable, por su funcionamiento mismo,
con un campo de minas antipersonas, listo para herir, sofocar, mutilar y quitar
vidas.