¿Y si construimos con bambú?

¿Y si construimos con bambú?

Necesitamos una modalidad de construcción sin dañar el ambiente. Si bien es cierto que el 5% de todos los gases de efecto invernadero vienen de la producción de concreto y cemento, la extracción de roca y grava estira y debilita ríos.

Dentro del tesoro de la naturaleza del mundo vegetal, aparte de especies con valor nutritivo y medicinal, hay especies con valor estructural. Si bien es cierto que los árboles tienen gran valor estructural, no son renovables en áreas que ya están altamente desforestadas.

Sin embargo, dentro del tesoro de la naturaleza, hay alternativas.

La alternativa más valiosa se nos presenta con un rayo de esperanza en esta gran lucha en contra del cambio climático es:

El bambú estructural.

El bambú tiene gran valor precisamente porque es renovable. La cosecha repetida de bambú estructural no afecta las raíces. Cosecha tras cosecha del bambú maduro puede generar toneladas enormes de una biomasa muy valiosa, sin afectar el funcionamiento de sus raíces profundas, fuertes, permanentes y abundantes.

¿Y si construimos con bambú?
El bosque de bambú rinde grandes cosechas, posibilitando productos de valor agregado.

Un tallo o culmo del bambú estructural tiene un apetito insaciable para el dióxido de carbono sólo durante su fase inicial hasta que logre su altura y su grosor. Dentro de cinco o seis años, un culmo de bambú llega a su dimensión preferida y esencialmente entra en una relativa hibernación por más de cien años hasta su muerte.

La captación del dióxido de carbono es extremadamente fuerte solo en los primeros años, pero después, el bambú tiene poca efectividad. Al contrario, los árboles tienden a captar el dióxido de carbono de una forma progresiva y gradual.

INBAR es la organización mundial que promueve el uso del bambú.

Está compuesta por 47 países miembros y notó que el bambú puede ser útil como un instrumento para la mitigación del cambio climático, si hay un manejo estratégico.

Dejar que un culmo (una vara) dentro de la macolla llegue a su madurez, pero no dejar que sobre-madure, significa que la planta se convierte en un dínamo incomparable de captación del dióxido de carbono. Lo que queda del culmo maduro después de la cosecha, el pichón, está genéticamente programado para reintentar alcanzar su altura y grosor con una velocidad sin igual en el mundo vegetal terrestre.

¿Y si construimos con bambú?

El bambú puede crecer más de un metro en un día.

Esta planta está traga grandes cantidades de dióxido de carbono, si se repite una y otra vez el proceso de maduración. Luego se cosecha al punto de maduración. Esto constituye un plan de mitigación del cambio climático extremadamente ágil y eficaz.

La cosecha del bambú maduro en sí no asegura que el dióxido de carbono quede en la tierra. Al formar parte del reino vegetal, el bambú es biodegradable. Si está expuesto a los elementos de lluvias, vientos e insectos; pronto el bambú cosechado resultará en otro flujo del dióxido de carbono hacia la atmósfera. Sin embargo, si el bambú es curado y sujeto a un proceso industrial, prensando y comprimiendo puede ser usado como materia prima para formar bienes de valor agregado.

Al pasar por este tratamiento, el bambú queda con una firmeza muy notable.

De bambú pueden crearse bienes duraderos como pisos, paredes acabados, muebles finos etc. Esto asegura que el dióxido de carbono quede amarado adentro de los bienes y fuera de la atmósfera.

Si se utiliza el bambú sin tratamiento, sin añadir valor agregado, en champitas informales, se causan emisiones del dióxido de carbono. Si se construyen casas dignas y formales de bambú curado, tratado y procesado (de una forma ambientalmente amigable), significa que el carbono quedará en la tierra.

Agradecimientos a: Miguelito Hoffman.