Las algas: Un tesoro desaprovechado en la lucha contra el cambio climático.

Las algas: Un tesoro desaprovechado en la lucha contra el cambio climático.

Para mitigar el cambio climático, debemos recrear un planeta de forma integral. Hay que tomar en cuenta los ambientes atmosféricos, terrestres, acuáticos y especialmente el marino.

El mar cubre más de 70% de la superficie del planeta e históricamente la vegetación marina ha sido el sumidero más grande del dióxido de carbono en el mundo; más grande que todos los bosques terrestres en su conjunto.

A nivel terrestre, la cobertura vegetal es clave en la captación del dióxido de carbono.

La reforestación es imprescindible en la lucha en contra del cambio climático.

De igual forma, la promoción de la existencia masiva de vegetación marina puede dinamizar el secuestro del dióxido de carbono de una manera más dinámica que cualquier plan terrestre.

Tim Flannery, el científico del año en Australia, hace algunos años declaró que si cubrimos 9% del lecho oceánico con algas marinas, podemos captar más dióxido de carbono que la humanidad emite.

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A pesar de que no tienen sistemas de raíces, se anclan en el lecho marino con sus propias estructuras para mantenerse en su lugar. Las algas crecen desde el lecho hasta la superficie con una velocidad intensa, captando cantidades de dióxido de carbono en el proceso, mientras absorben los nutrientes y el dióxido de carbono a su alrededor por medio de poros que actúan como esponjas.

Igual que el bambú, las algas llegan a una altura entrando en un modo de mantenimiento en lugar de crecimiento.

Sin crecimiento, la captación del dióxido de carbono básicamente cesa.

Sin embargo, si los cultivos marinos son cosechados, el proceso de crecimiento reinicia con fuerza. Una vez y otra vez, las plantas exigen cantidades de dióxido de carbono como su propio combustible de desarrollo. La cosecha de algas marinas nos deja con una biomasa sensacional.

Estas sirven como comestibles y combustibles, aparte de platos exóticos de algas en los menús de los restaurantes de lujo desde Asia y hasta en occidente.

Los combustibles de algas pueden reemplazar a los combustibles fósiles reduciendo la huella de carbono que esos dejan. Los combustibles marinos son carbono neutral, en el sentido que la liberación del dióxido de carbono durante su combustión está balanceado por la captación de las plantas que siguen creciendo después de cada cosecha.

Las algas: Un tesoro desaprovechado en la lucha contra el cambio climático.

La producción de algas marinas no requiere ningún químico o insumo artificial. No requiere riegos de agua dulce. No resulta en la desforestación.

No es sujeto de sequías.

Además, las algas pueden desempeñar otro papel imprescindible en este mundo.

El cambio climático ha tenido un impacto drástico matando los arrecifes, moluscos y quizás lo más peligroso: el fitoplancton, los microorganismos marinos que forman la fundación de la cadena alimentaria para toda la vida biológica oceánica.

El mar está convirtiéndose en un desierto inhabitable con una velocidad bastante mayor que la degradación terrestre. Cultivar algas marinas puede ayudar a frenar la destrucción que está ya en camino.

Las algas: Un tesoro desaprovechado en la lucha contra el cambio climático.

 Las algas succionan y absorben el dióxido de carbono.

Pero como la lucha para preservar la viabilidad de granos básicos y de bosques tienen sus límites, hay umbrales marinos que no podemos sobrepasar, ni predecir con exactitud.  Cuando el mar se pone demasiado caliente y demasiado acido (por las emisiones del dióxido de carbono), ni las algas pueden sobrevivir.

Agradecimientos a: Miguelito Hoffman.