Todos los días al salir a la calle escucho a personas quejarse de la política, de los políticos, del gobierno, del país. Siempre me pregunto, ¿será que estas personas no son también animales de naturaleza política? La palabra política está muy prostituida en estos días. Pero, ¿cuál es su significado “real”, o al menos, el más benigno?
Los seres humanos hemos necesitado siempre de la Política, somos animales políticos. Siempre habrá alguien que ordena las cosas para que los demás vivan mejor, o para su conveniencia. Es difícil leer las intenciones del otro en materia de poder, pero algo es seguro, las masas tienen un gran instrumento, y es la participación.
Por tanto, la Política, con mayúscula, es necesaria para derivar en el orden de un pueblo, de una nación.
Más allá de las ideologías y la retórica que adorna los discursos: la Política es PRÁCTICA. Un poco de pragmatismo le viene bien a casi todo. ¿Qué pasaría si llegara la anarquía? si la anarquía “se tomara el poder” (nótese que en esa frase estriba la contradicción misma). Aparentemente anarquía es antónimo de poder, estos términos se excluyen mutuamente, son incompatibles. Aunque es curioso, si lo vemos de otro modo, el individuo anárquico (rebelde, con autodominio) está sujeto a poseer poder de él mismo, a rendir cuentas a la propia anarquía. Así que al final, la anarquía es otra forma más de poder, pero de poder individual (Arévalo, S. 2018).
La rebeldía que ha estado todo el tiempo presente en la humanidad, es también una condición intrínseca al ser humano. No siempre vamos a estar de acuerdo con todo o con todos, pero no se puede dejar que otros decidan enteramente sobre nuestras vidas, sobre nuestro entorno.
Ahora, ¿será que los salvadoreños estamos empleando de manera adecuada nuestra rebeldía?
¿Será que nos quejamos por todo y no hacemos nada? ¿o somos unos alienados a los que no nos interesa en lo más mínimo el tema político porque no está de moda?
Una cosa es la insatisfacción con los políticos, y otra, es la no participación en la política o la apatía hacia las decisiones que se toman en la propia casa de uno: El Salvador.
Pocos defienden a los políticos, como dijo alguien por ahí: “con una mano hacen cosas hermosas y con la otra las destruyen”, por desgracia, muchos de ellos se vuelven indefendibles. Pero la participación ciudadana debe existir siempre, las iniciativas, las propuestas, los movimientos, las acciones, la presión para que nuestras ideas se hagan sentir arriba. No podemos ser apáticos, no podemos dejar que otros pongan piedras en lugar de pan en nuestra mesa.
Es aterrador cómo en la cotidianidad empleamos la filosofía del “Ver, oír y callar”. Pareciera que la tenemos tatuada en nuestro ADN, como si el fenómeno de la violencia se hubiera inoculado en forma de una especie de “Virus de la Inactividad”. Y este virus se moviera en todas las esferas, desde los de abajo, pasando por los de en medio, hasta llegar a la supuesta clase culta o rica, que valga decir, son cosas muy diferentes.
Ejemplifiquemos aquí con cosas cotidianas, una imagen siempre vale más.
¿Qué pasa cuando hace mucho calor en el bus y las ventanas van cerradas? ¿Quién se atreve a abrirlas? generalmente los despiertos, los conscientes, o los que de verdad están enfermos y mueren si hace demasiado calor.
Al resto le da vergüenza, alegan cosas como: “No me levanto porque me da pena, ¿qué va a decir la persona que va en ese asiento?”; “¿Y si me caigo cuando el bus arranque?”; “¿Y para qué?”; “Quizás soy yo el único que tiene calor”. Solo para poner algunos ejemplos cotidianos, sin embargo, esto sucede en casos mucho más graves que la decisión de abrir o no una ventana.
Y es que todo este comportamiento u omisión tiene una razón socio-histórica, evidente para algunos, inconfirmable para otros. Todas las acciones que ejecutamos como sociedad tienen su origen, su historia. El salvadoreño ha vivido procesos muy bruscos en sus memorias, las que configuran cada eslabón de una cadena de abusos imparable en el tiempo.
A muchos jóvenes, y también viejos, les suena redundante hablar de la guerra, pero sí, fue uno de los hechos que inició el “Virus de la Inactividad”. Basta leer un par de libros escolares o hablar con un abuelo para vislumbrar el miedo que se respiraba en aquella época. Un miedo que iba más allá de los militares y sus macanas, un miedo generalizado hacia los dos bandos. Acá comenzó la filosofía del “Ver, oír y callar”. Sólo unos pocos se atrevían a opinar, a escribir, a contradecir, y esos pocos acabaron siempre mal o sobrevivieron a pura suerte.
No se puede culpar ni juzgar completamente a la gente, la gente trabaja con los recursos que se le proporcionan, con la materia que tiene a la mano, con el contenido mediático que recibe. Si se le enseña a las personas que el individuo vale más que la colectividad, que la patria, esta no hará más que cuidar sus intereses, velar por su espacio.
No todos los políticos son malos.
Lo contrario es lo que hasta hace unos años se nos ha venido inoculando. El principal problema quizá sea la falta de formación en Política, la desvirtuación de la carrera como tal, cualquiera que cumpla con los vagos requisitos que solicita el Código Electoral, puede postularse a un cargo, pero, ¿lo desempeñará bien?
Hay personas allá arriba con nobles ideales y mucha preparación, aunque sea empírica, como dice un hermoso proverbio Siux: No juzgues a nadie antes de haber caminado al menos dos lunas con sus zapatos. No todos buscan “el hueso”, algunos solo pretenden mejorar las condiciones de sus comunidades. El salvadoreño tiende a odiar al líder, al nerd, al estudioso, a todo aquel que se sale del huacal para tomar iniciativa. La objetividad se ve nublada por las pasiones y los chismes, y es triste, nos pasa a todos, incluidos los intelectuales o pseudo-intelectuales con buenas intenciones.
Pero entonces, en el supuesto de que buena parte de nosotros estuviéramos inoculados con el “Virus de la inactividad” que nos lleva a “ver oír y callar”, ¿por qué sí gastamos saliva, y dedos, y teclas de computadora para despotricar contra aquellos, buenos o malos, que sí se atrevieron a tomar acción, mientras nosotros permanecemos pasivos?