“Si destruyes un mercado libre creas un mercado negro, si creas diez mil regulaciones destruyes todo el respeto por la ley.” –Sir Winston Churchill-
Esta lapidaria frase de uno de los más respetados políticos británicos le calza a la medida al Brexit, pues fue precisamente así como comenzó todo: Con un país cansado hasta la saciedad de las excesivas normativas y regulaciones europeas y sus efectos en el comercio. Si bien la excesiva burocracia es uno de los factores a sopesar de cara a la colocación de inversión extranjera directa, es un problema menor si lo comparamos con algunas de las vicisitudes que actualmente enfrenta la Gran Bretaña tras su abandono de la Unión Europea.
Una de las primeras áreas en que se hacen notorias las consecuencias del Brexit es en la situación del salario real en Gran Bretaña. Datos recientes colocan a los trabajadores en el Reino Unido ante un panorama difícil respecto a la remuneración de su trabajo.
Se estima que el salario promedio en Gran Bretaña se contraiga cerca del 1% durante 2018.
1% puede sonar insignificante, pero cuando hablamos de una de las economías más grandes del planeta y uno de los miembros más emblemáticos de la OCDE (Organización para el Crecimiento y Desarrollo Económico), la cosa cobra una importancia enorme. De acuerdo a un comunicado de la Trades Union Congress (TUC, por sus siglas en inglés.), la confederación sindical más grande de Gran Bretaña, el salario real se encuentra incluso por debajo de los niveles observados durante la crisis global de 2008 y no se prevé recuperación efectiva por los próximos 7 años.
En el referido comunicado se dice además que mediante el Brexit se pretende garantizar a los trabajadores nuevas condiciones que pongan sus derechos como algo prioritario y que en el mediano plazo sea posible un aumento en los salarios. En esta parte del comunicado puede notarse una muy evidente contradicción entre las intenciones del TUC, sus posibilidades y la realidad de mediano plazo que enfrenta este país de cara a su salida del bloque político y económico más importante del planeta.
¿Realmente puede conseguir esto Gran Bretaña fuera de la Unión Europea?
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La gráfica adjunta muestra la perspectiva de crecimiento del salario en los países de la OCDE para el año que recién inicia. Puede observarse claramente que entre los 10 países cuyos trabajadores verán un aumento significativo de sus remuneraciones durante este año, 7 pertenecen al bloque europeo: Hungría (4.9%), Letonia (4.1%), Polonia (3.8%), República Checa (3.7%), Eslovenia (3.5%), Eslovaquia (2.9%) y Estonia (1.7%). Esto contrasta de manera significativa con lo manifestado por el TUC, sobre todo porque muchas de estas economías son de menor tamaño que todo el aparato productivo británico.
Tras este contraste es muy difícil afirmar que las aseveraciones de los sindicalistas del Reino Unido acerca del Brexit y nuevas condiciones para sus trabajadores tengan alguna base consistente. De por sí el resultado del referéndum en que fue decidida la separación de la Unión Europea tuvo efectos adversos en la inversión extranjera directa para este país.
Y esta es sólo una de las consecuencias previstas al respecto.
Casi de toda retórica respecto de los salarios suele obviarse que en términos administrativos éstos constituyen un costo, por lo que un aumento en otros costos operativos invariablemente dificultará la viabilidad de su crecimiento. Esto es precisamente lo que ocurre en el caso británico.
Si bien todavía no se ha consumado la salida del país del bloque económico del viejo continente, ya es perceptible un aumento en los costos por burocracia. Ahora cualquier ciudadano europeo que desee invertir en el Reino Unido no sólo deberá librar algún papeleo (que para todo el bloque es uniforme y común) en su país de origen, sino que deberá hacerlo en Gran Bretaña también, encareciendo, ralentizando y aumentando los trámites operativos previstos y evidentemente, aumentando los costos de operación.
Y es aquí donde la frase de Churchill cobra absoluto sentido.
Esto se debe sobre todo porque las normativas pactadas en el continente fueron uno de los detonantes para la salida de Gran Bretaña del bloque, pero vemos además que el respeto perdido por la reglamentación continental ha resultado en circunstancias más comprometedoras que las que se tenían mientras el país fue miembro de la Unión Europea. Desconocer que el remedio está resultando peor que uno de los síntomas de la enfermedad que pretendía curarse resulta muy irresponsable.