“No dejemos que el rock muera”

“No dejemos que el rock muera”
Fotografía gracias a: Proyecto Fotográfico | ContraLuz.

El rock, junto con todas sus variantes, goza de un número de seguidores fieles que aún recuerdan bandas pioneras en el género como le dan espacio a las nuevas. El Salvador ha podido disfrutar en los últimos años la visita de bandas del calibre de Aerosmith, Iron Maiden y Slayer, solo por mencionar algunas.

El pasado seis de mayo en el pabellón 4 del Centro Internacional de Ferias y Convenciones se realizó un tributo a la banda Nirvana. El encargado fue Ramiro Saavedra de origen peruano, quien fue ganador del concurso Yo Soy en 2012 por su imitación de Kurt Cobain.

Aunque no se trataba de la banda original, mi emoción por asistir al concierto fue, al principio, escuchar los mejores éxitos de mi banda favorita. Títulos como “Lithium”, “Come as you are”, “Polly” o “In bloom” eran algunos de los temas que esperaba en esa noche.

Antes de salir de mi casa y cuando mencioné al concierto al cual me dirigía, mis padres me advirtieron que tuviera cuidado. Comentaron que era peligroso andar en medio de roqueros e incluso intentaron persuadirme para no asistir.

Con cierta rebeldía, sólo sonreí y me despedí de ellos.

Sin embargo, aquellas palabras sí tuvieron efecto incluso desde antes que fueran pronunciadas. En lugar de asistir con ropa negra o camisa con el rostro Cobain, o incluso alguna vestimenta acorde a la ocasión, opté por algo más tradicional: Jeans, camisa polo y tenis. La discriminación forma parte de los genes del salvadoreño.

El rock no escapa de esa lógica.

Toda duda o rastro de temor quedó olvidada una vez llegué al lugar. Personas adultas, jóvenes e incluso un par de niños eran parte el público que presenciaría en minutos el concierto. El ambiente era tan agradable, como si todos fuéramos una gran familia.

La espera no duró tanto. Apenas unos minutos después de las 10, el joven peruano entró en el escenario para una descarga de música y espectáculo digno de quien es considerado el mejor tributo a Kurt Cobain.

El pelo rubio, zapatos converse, jeans rotos y el desgarre vocal característico de aquel chico de Seattle, cuya vida terminó demasiado pronto, caracterizaron todas las interpretaciones de la noche. El tributo valía cada segundo más y sólo por esa noche me permití soñar con estar en vivo con la banda estilo grunge que marcó un hito en la historia de la música.

“No dejemos que el rock muera”
Fotografías tomadas por el mismo autor. Puedes visitar su página: Proyecto Fotográfico | ContraLuz.

“Yo solo quiero decirles que yo vengo de un país donde se escucha más el reguetón que el rock”, Saavedra  hablaba por primera vez ante el público, en medio del frenesí de las canciones “Cuando yo decidí participar en aquel programa,” prosiguió, “tenía claro un solo objetivo: Reivindicar el rock, ¡Qué viva el rock mis amigos!”.

El Salvador no escapa de ese paradigma. El género considerado contracultural continúa sufriendo estigmas por parte de la sociedad e incluso se encuentra casi extinto del dial desde que Radio Astral pasó a estar sólo en la web. En su lugar, otros encabezan la lista de preferencias, incluso de la población menor.

“Veo niños que los han traído, me siento feliz, honrado” mencionó en su segunda intervención el cantante luego de interpretar All Apologies.

“El rock es algo que llevamos en la sangre,” agrega, “es algo que nos une sin importar de qué país seamos”.

Sus palabras aumentaban el ánimo de los presentes, incluyéndome, y provocó que las siguientes canciones se corearan con mayor fuerza que las primeras. Cuando sonaban los primeros acordes de Smell Like a Teen Spirit,  todos gritamos con gran emoción.

“Gracias El Salvador, me han trato de maravilla. Ha sido un honor estar frente a ustedes. No dejemos que el rock muera, muchas gracias”.

Aún con el corazón latiendo y la garganta cansada luego del concierto, era imposible no pensar en aquellas palabras. El rock es sin duda el género que prefiero, pero cada día parece más difícil tener acceso a disfrutarlo.

Mientras conducía de regreso a casa estuve a punto de encender la radio; pero sabía que era inútil.

Encontraría a esa hora todo tipo de música, menos la que deseaba escuchar.

El ritmo repetitivo y las letras sin coherencia solo acomodadas para grabarse en la mente son el común denominador.

En la película “Fantasma en el paraíso” de 1974 ya nos advertían del futuro musical cuando en un breve diálogo alguien afirma que nadie le presta atención a la letra cuando el ritmo es bueno. El reguetón es la respuesta de una sociedad que no desea pensar, es más, ni le interesa si quiera hacerlo. Promueve una flojera espiritual camuflada de libertinaje; de escondernos detrás de luces; de seguir donde estamos sin cuestionar nada.

Lo efímero por encima de la trascendencia, del legado y del alcance es lo único que puede tipificar el actual consumo musical.

Esa noche no lograría encontrar en ninguna estación lo que deseaba escuchar. Saqué mi celular y busqué otras canciones de Nirvana.

Mi mente solo seguía pensando: “No dejemos que el rock muera”.

“No dejemos que el rock muera”
Fotografías tomadas por el mismo autor. Puedes visitar su página: Proyecto Fotográfico | ContraLuz.