El cromosoma Y podría desaparecer tarde o temprano

El cromosoma Y podría desaparecer tarde o temprano

Los cromosomas que nos definen entre sexos han estado siempre presentes en nuestra vida desde que esta misma existe, en pequeños insectos o roedores. Todo mamífero los posee. Sin embargo con el proceso evolutivo inevitable al que se están sometidos nuestros cuerpos, en relación a los genes y cromosomas, se tiene previsto que el cromosoma Y se irá modificando hasta despegarse por completo de sus orígenes.

La doctora Jenny Marshall Graves, experta en genomas afirma en su estudio Chromosome Research, informó que originalmente los cromosomas tenían el mismo tamaño y cantidad de genes, pero hoy el cromosoma Y es seis veces más grande que el X.

Por eso, ahora contiene 12 veces menos cantidad de genes.

Esto indica que este cromosoma sufrió un enorme desgaste en estos millones de años que han pasado desde el comienzo de la vida en el planeta.

“Esta reducción podría propiciar una tendencia a la extinción del cromosoma Y, que más o menos en unos 4,6 millones de años podría desaparecer por completo” indico la experta en genomas.

Ante esto existe la posibilidad de que los hombres se extingan antes que las mujeres, algo así como una especie de “muerte genética progresiva”.

Las razones que justifican esto son muy diversas.

Para empezar, el cromosoma Y no sufre ninguna recombinación genética en la constitución del individuo, así que degenera la producción generación tras generación hasta que, eventualmente, se reduce el cromosoma Y hasta el punto sin retorno de la desaparición; fenómeno que requiere de millones de años para completarse.

Hay que aclarar que esto varía según la especie, debido a que la doctora realizó análisis en uno de los roedores más antiguos del mundo, los Tokudaia, los cuales no muestran vestigios de reducción cromosómica.

Lo que no se sabe a ciencia cierta es si la capacidad reproductiva podrá permanecer o si la herencia genética de padre e hijo sufrirá la extinción del género masculino en los humanos ¿Hemos llegado al punto de nuestra propia extinción?