“Fernando Llort, ha sido la mejor noticia para La Palma”, Oscar Jiménez

Foto proporcionada por el invitado

 

 Por: Sara Jiménez, Periodista y Comunicadora

Una trayectoria artística sustentada con color y líneas que han marcado una etapa de desarrollo social, donde la confianza y la armonía han complementado todo tipo de aprendizaje entre dos pintores salvadoreños: Oscar Jiménez y Fernando Llort.

Oscar Jiménez, a sus 52 años se considera un transmisor de sentimientos, utilizando como medio las formas y colores, y es esa la manera más humana que posee para agradecerle a la vida y su encanto.

¿Cómo ocurrió su encuentro con Fernando Llort?

“Ya nos conocíamos, yo no era ningún desconocido para Fernando; mi madre se había involucrado en ese trabajo; su función, además de pintar, mi madre rotulaba todo tipo de producto, ya que observaron su cualidad caligráfica”, afirmó, Oscar.

Además, recordó que él era un niño que a sus 10 años llegaba al taller a dejarle refrigerio a su madre, por lo que, desde ese momento, al observar tantas formas y colores, le surgió una curiosidad y anhelo artístico.

Trascendencia artística

Fotos proporcionadas por el invitado

Fernando Llort nació el 7 de abril de 1949. Comenzó sus estudios religiosos en Colombia en 1966. Luego partió a la Universidad de Toulouse, Francia a estudiar Filosofía. Ahí permaneció tres años e hizo una exposición en ese país.

Volvió a la Teología en Lovaina, Bélgica. También hizo estudios en Louisiana State University en Baton Rouge. En 1971 regresó a El Salvador. Algo le dijo en su interior que lo que andaba buscando estaba en La Palma, Chalatenango.

Cerca de los 80, cuando Oscar tenía 14 años, ocurrió una separación de trabajadores en el taller “La Semilla de Dios” donde trabajaba su madre, y se formó otro taller: “Yo llegué y escuché que iban a necesitar más trabajadores, porque tenían mucho pedido y estaba la oportunidad de pintar semillas; mi madre dedicó el tiempo para explicarme; eso era por las tardes, luego de salir de clases y también iba los días sábados”, expresó Oscar, quien además dijo que fue ahí donde dio inicio su conocimiento sobre alguna técnicas básicas de pintura.

En 1981 nació el Centro Cultural “El árbol de Dios” en San Salvador. Durante 1989 nace otra entidad: la “Fundación Fernando Llort”, una organización que fomenta y difunde el arte salvadoreño. Posteriormente, Fernando Llort regresó de Inglaterra. Allá realizó un trabajo artístico en la Catedral de Saint George en el centro de Londres. El arte de La Palma llegó ahí para inaugurar una pequeña capilla dedicada a la memoria de monseñor Óscar Arnulfo Romero.

 Líneas de enlace

Foto: Sara Jiménez

A sus 16 años, Oscar era un estudiante de bachillerato en la capital: “En ese tiempo la artesanía había alcanzado un auge muy elevado y un día, alguien de mi familia me avisó que Fernando Llort quería hablar conmigo”, afirmó Oscar.

¿A qué se debió el llamado de Fernando hacia usted?

“Él ya tenía una referencia de mí, yo era el hijo de “La Lucita” y sobrino de Vitelio, personas que estaban trabajando en el rubro artesanal”, confirmó Oscar.

La curiosidad del niño de 10 años que iba a dejar el refrigerio a su madre, estuvo patente. Y seis años después tuvo su primer encuentro laboral con Fernando Llort: “Llegué y él me preguntó que si qué estaba haciendo y yo le dije que estudiaba pero que quería trabajar y me propuso pintar grabados”.

El 7 de abril de 1949, cuando el mundo contemplaba el fin de la Segunda Guerra Mundial, se dio el nacimiento de Fernando Llort, uno de los seis hijos de Baltasar Llort, hijo de inmigrante español, y Victoria Choussy, de padres franceses, radicados en El Salvador desde fines del siglo XIX.

Oscar, a sus 17 años comenzó a trabajar en “El Árbol de Dios”. “Llegué un sábado a aprender a grabar para luego pintarlos”, comentó Oscar. La producción del grabado, es la técnica de la imprenta antigua y la principal característica del papel es que debe de poseer suficiente algodón.

“En El Árbol de Dios, me dieron tanta confianza en mí proceso de aprendizaje, que en un sábado yo ya me sentía con mucha agilidad y a la semana siguiente, yo ya estaba grabando y fue ese día, cuando llegó Fernando a vernos y lo que ocurrió conmigo fue lo que ocurrió con todos los artesanos de La Palma, nos dio confianza a todos”, agregó Oscar.

¿En el proceso de su aprendizaje, cómo fue la intervención que hizo Fernando Llort?

“En buena parte del proceso estuvo sugiriendo, pero más que eso fue realmente un alto grado de apoyo y confianza hacia mí, porque al par de semanas yo ya estaba pintando grabados y recibiendo un buen pago”.

Conexiones a color

Foto: Sara Jiménez

Desde 1968, Fernando Llort, ha realizado diversas exposiciones individuales y colectivas en diferentes partes del mundo, como Francia, Estados Unidos, México, Guatemala, Canadá, Japón, Alemania y Ecuador. Entre las obras más destacadas de este artista figuran los vistosos mosaicos que adornaron la fachada de la Catedral Metropolitana de San Salvador, monumental obra de arte construida durante la segunda mitad del siglo pasado e inaugurada en 1999.

En 1987, Oscar contrae matrimonio y se traslada a su lugar de origen: La Palma, para continuar produciendo piezas artísticas. “En el 1988, vino Fernando a La Palma y se trajo el taller de grabado para su casa de campo “El Espino” y es ahí cuando los grabados se vuelven a encontrar conmigo y me sentí tan realizado entre las pinturas, pinceles y el ambiente tan agradable”, argumentó Oscar.

¿Cómo describiría la relación laboral entre Fernando Llort y usted?

“Un día Fernando llegó a mi casa, él le preguntó a una de mis hijas que si sabía quién era él y ella le respondió que era el profesor de su papá, es decir mi profesor, y Fernando le respondió que no, que ambos estábamos aprendiendo”, expresó Oscar.

Para los artesanos salvadoreños, en nuestro país, vivir del arte es complicado, debe de ser un trabajo que realmente se disfrute, porque todavía el arte no se percibe como una profesión, se le da el calificativo de “hobbie”; sin embargo, es un estilo de vida, es una identidad, es sentirse representativo de algo y que algo nos represente.

Oscar Jiménez expresó que Fernando Llort ha sido el único con el cual ha tenido la libertad para hacer diferentes cosas, con relación al arte, le brindó flexibilidad para ser libre: “He tenido un trabajo que él ha compartido conmigo en el cual puedo hacer lo que se me antoje, y laboralmente nunca nos hemos visto con esa diferencia de patrón y empleado”, añadió Oscar.

Trazando resultados

Foto: Sara Jiménez

“A veces veo y me doy cuenta que su incidencia en mí no fue tanto en cómo hacer la figura, la forma o la línea, sino fueron otras cosas, como lo participativo, la confianza, por eso a mí me gusta que la gente participe, porque Fernando me involucró en todo”, argumentó Oscar.

El artista palmeño, dijo también que quisiera que al país le sucedieran más casos como este, que lleguen personas como Fernando Llort a aportarle a la identidad, a un país, hacer más de las noticias buenas, a fomentar un sentido de pertenencia: “Gracias a Fernando, pasamos de ser un municipio en el abandono a ser un municipio ejemplar artísticamente y laboralmente, porque teníamos una fuente de trabajo estable y una razón bien presente para sentirnos orgullosos”, expresó Oscar Jiménez.

Un revolucionario en el sentido que revolucionó al municipio de La Palma, le dio identidad gráfica a un municipio, a un país; y para los habitantes “palmeños” fue y será lo mejor, en el sentido de desarrollo y posicionamiento artístico, ya que les brindó todo el apoyo y el conocimiento que el pueblo necesitaba para lograr obtener el reconocimiento e identidad actual.

Sin duda, el efecto Fernando Llort, ha sobrepasado las líneas en el arte, “cuando vino a La Palma y vio el pueblo pintado, Fernando dijo: Ahora me puedo morir en paz. Y quien lo había pintado había sido yo; y eso es el resultado de un artista generador de confianza en relación al arte”, concluyó Oscar Jiménez.