UES y asistencialismo: ¿”Hacia la libertad por la cultura”?

UES y asistencialismo: ¿”Hacia la libertad por la cultura”?

“Los hijos de todo el mundo son especiales, no entiendo de dónde salen tantos adultos mediocres” –Diálogo del filme “Código 46”-

El ser humano precia de ser el pináculo de la evolución, pero al mismo tiempo y en muchos momentos históricos ha sido el verdugo de su propio futuro. Esta capacidad de autodestrucción y ostracismo de las propias capacidades intelectuales es una de las cosas que distinguen al mundo desarrollado del –para bien o mal- llamado Tercer Mundo (O mundo de tercera, como usted guste), pues está demostrado que lo que ha hecho la diferencia en cada país de los 5 continentes es precisamente su gente y su mayor o menor grado de preparación.

No vamos a cuestionar aquí si es correcto o no que el Estado tenga la tarea de educar a las futuras generaciones o si será mejor la educación privada que la estatal. Lo que si es necesario es hacer ver que en muchos casos y dependiendo de quién esté en el trono en un determinado instante, el aparato educativo constituye un real manjar para los apetitos del populismo. Dependiendo de su manejo, se pueden conquistar las simpatías de la gente y  la verdad es innegable: El sistema que tenemos está en condiciones deplorables y en buena medida, debido a esto.

En este sentido, el Estado a menudo juega con fuego, pero son los ciudadanos los que se queman.

Hace unos pocos días, la Universidad de El Salvador ha hecho un anuncio que ha sido acogido con todo tipo de reacciones por toda la población. Para el nuevo ingreso del año 2018, serán exonerados de la prueba de admisión aquellos bachilleres que –con nota de 7.0 o más- procedan de los 91 municipios más pobres del país. Más allá de las distintas posiciones al respecto, es necesario decir que esta medida equivale poco más que a un suicidio intelectual de toda una generación, a la prolongación de nuestra mediocridad educativa y en el peor de los casos, a una pérdida incalculable de talentos que con las oportunidades y formación adecuada podrían hacer mucha diferencia.

Para comenzar, en defensa de esto se tocan ciertos puntos como las condiciones socioeconómicas de los municipios seleccionados; como si ser pobre o de origen humilde fuera sinónimo de baja capacidad intelectual. Es cierto que en muchos de estos municipios los centros educativos operan en condiciones erráticas, con irregularidad y carencias.

 Pero ello no tiene por qué ser una etiqueta para ninguna persona.

Además de eso, está demostrado que toda persona es susceptible de predisposición a las circunstancias, algo muy común en nuestra sociedad, pues sobran los casos de personas que no se creen capaces de nada por carecer de ciertas cosas. Por otra parte, también es cierto que un ambiente hostil saca lo mejor de cada persona para hacer frente a la adversidad y en el proceso hasta es posible descubrir algo nuevo. Los estudiantes que en estos casos trascienden esta situación lo hacen precisamente porque desarrollan tal capacidad. Sin embargo, sería ideal que no fuera una cuestión de circunstancias, de quién tiene y quién no tiene valor o de la aparición casual de alguno que otro benefactor o visionario de fuera.

Perpetuar esto no nos beneficia en absoluto.

Luego, este gran desacierto de la otrora máxima casa de estudios del país abona a la mediocridad porque con exonerar del filtro de examen de admisión –por cualquier razón- se da un retroceso en cuanto a un componente importante de cualquier sistema educativo, que es la exigencia. En este contexto, para decepción de muchos, nos damos cuenta que finalmente la tendencia de regalar notas y grados académicos en el sistema público ha alcanzado a la educación superior. La autonomía de la UES pudiera hacer suponer en principio una inmunidad para tal virus, pero no se nos olvide que al fin y al cabo forma parte de la educación pública.

Alguien podrá decir que se garantiza el acceso a la educación superior a estas personas, pero hay que decir con franqueza que alcanzar la universidad en estas circunstancias no sirve de mucho. En primer lugar, se sabe de sobremanera que el sistema educativo de nuestro país es deficiente, desde el nivel básico hasta la educación media. Y parte de esa deficiencia es que no se fomentan hábitos de estudio entre los alumnos y en paralelo, no se les exige mayor cosa como estudiantes. Al final, todo esto resulta en que en las aulas no hay mayor desarrollo de capacidades y al mismo tiempo se promueve una percepción falsa.

UES y asistencialismo: ¿”Hacia la libertad por la cultura”?. Un ejemplo de Malfalda.

Al otorgar un cupo en la UES con los mismos burdos y flojos criterios del sistema educativo del país con el añadido de que se hace creer que la extrema pobreza es un ticket para no esforzarse, se le plantea al estudiante que así como no fue exigido en la escuela o instituto, tampoco lo será en la universidad. Se consigue la admisión de la misma manera en que fue posible avanzar en las fases previas.

Para colmo, todo esto se apoya en la excusa que con ser pobre se tiene derecho a todo.

Nada más falso, porque a ninguna persona escapa el grado de exigencia que implica una carrera de educación superior y también que como hemos dicho, la misma circunstancia está ausente de la fase previa y en algunos casos es satanizada. Hasta el momento de ir a la universidad, no se ha experimentado un proceso serio. Por ende, al poco compromiso académico se suma además el problema de hacer creer lo siguiente: Si entraste por lástima, te deben tener lástima desde la primera clase hasta la graduación.

Es aquí donde encontramos la primera de muchas contradicciones. Se exige 7.0 de promedio además de comprobar que se es de escasos recursos, partiendo de las condiciones ya conocidas del sistema público. El promedio aludido no comprueba nada; puesto que pudo ocurrir una de dos cosas: El estudiante sí era aplicado o las autoridades les exigieron a los maestros aprobar a la mayor cantidad posible. La motivación para esto se puede ocultar en las escuelas, pero explota con estridencia en cada edición de la PAES.

Se ve muy mal en las estadísticas que muchos reprueben por culpa del ministerio.

Por otro lado, es cuestión de lógica. En el supuesto de que el sistema educativo fuera lo que tiene que ser, alguien que tiene un promedio así no debería tener problema alguno para contestar correctamente un examen, al menos en este país. Ya no digamos si el hipotético promedio es superior, entonces aparece la gran pregunta: ¿Por qué exonerar de examen a estudiantes que de acuerdo a ese criterio perfectamente lo pueden hacer?

Otra contradicción de la decisión tomada es que el fundamento es la extrema pobreza, aclarado que ser pobre no impide ser intelectualmente capaz y que se supone que esto responde a un problema de recursos.

 Entonces, ¿No deberían exonerarse los pagos  en lugar del examen?

Sin embargo y de acuerdo a la publicación donde se hacen saber los requisitos, hay costos en el proceso. Quiere decir entonces que se pretende que los más pobres accedan a la universidad, pero no se ataca el problema de fondo. Además, una vez adentro y según la carrera, es claro, obvio e innegable que habrá costos y se requerirá dinero, pues hay que ser honestos, se exonera solamente el examen. De ahí en adelante, se tienen los mismos problemas que se pretendía resolver y muy posiblemente en peor escala que antes de someterse al proceso.

Será que si en algún momento se propuso exonerar de los costos, esta fue la respuesta?
¿Será que si en algún momento se propuso exonerar de los costos, esta fue la respuesta?

Desgraciadamente sabemos cómo opera este gobierno, por lo que esa podría ser la causa de que no sea el factor económico el objeto de la exoneración. Desde hace mucho tiempo hemos visto que las finanzas públicas dejan mucho que desear, por lo que cualquier fuente de ingreso por pequeña que sea está fuera de discusión.

Del mismo modo, los programas actuales, además de caer en incongruencia con los estándares mundiales, están orientados a hacer creer a la sociedad que todo lo malo que nos pasa es culpa de otro. Lastimosamente, este es el tipo de estudiante más común en esta universidad y al parecer el que se sigue buscando. A través de los actuales programas, se transmite mucho resentimiento social y envidia, con especial enfoque en los sectores más necesitados. Tras este procedimiento, es muy probable que se perpetúe la visión retrógrada y socialmente resentida que impera desde hace poco más de 40 años en este centro de estudios.

UES y asistencialismo: ¿”Hacia la libertad por la cultura”?

Muchos podrán decir que los primeros ciclos se encargarán de purgar a quienes no tengan la capacidad necesaria por mucho que se les haya obsequiado el cupo, pero para decirlo con propiedad, nuestra sociedad ya no está para excluir a nadie de las oportunidades que brinda la educación, y menos por culpa del mismo sistema. La apuesta debiera ser la contraria: Preparar a nuestros estudiantes para el reto de una profesión, sobre todo en un contexto como el actual, en el que la innovación, el conocimiento y sus derivados son la clave para el desarrollo, por lo que con o sin estas medidas seguimos en las mismas.

La llamada coladera es resultado tanto del sistema deficiente, como de la poca conciencia de la importancia de la educación.

No cuesta imaginar lo que vendrá tras la aplicación de estos planes. La UES saldrá, por enésima vez en alrededor de 4 décadas, con la cantaleta que se requiere más presupuesto y esta vez partiendo de que habrán más estudiantes. Esto se ha dado de forma ininterrumpida todo este tiempo y es una demanda que nunca es escuchada sin importar quien está a cargo. Siendo honestos, nunca se justifica con hechos, planes o proyectos el aumento presupuestario que se pide, con el agravante que es un secreto a voces el modo como la UES administra sus recursos.

La última gran contradicción de esta iniciativa es irónicamente el slogan de la universidad. El asistencialismo ni libera ni es proclive de desarrollo cultural alguno. Con estudiantes atados a que se les regale los cupos sin esfuerzo, ¿Cuál libertad? Y sobre todo, asolapando y extendiendo un sistema educativo deficiente y con resultados precarios, ¿Cuál cultura?