La muerte en la industria musical

Tomada de FYI MUSIC NEWS
Por: Santiago Lovo, Comunicador y Cinéfilo

No es ninguna mentira que, con el tiempo, pasamos de venerar a muchos artistas para luego dejarlos en la esquina del olvido, aun cuando algunas veces hemos llegado a considerarnos como sus más grandes fanáticos. La industria de la música, puede convertirse en una rueda de la fortuna, en la que después de haber estado en la cima, tu nombre puede desaparecer por completo de los tabloides. Aunque si surge una infortunada muerte, puede que tu mala racha comercial acabe repentinamente. Porque cuando se anuncia el deceso de un artista, su popularidad renace y parece, que, de un día para otro, su repertorio musical es del agrado de todos.

Miles de fans resucitan al momento de su muerte

Si bien, Michael Jackson era considerado el Rey del Pop desde antes de su muerte, la imagen pública del monarca, no estaba en su mejor momento. Para muchos, Michael era solamente un criminal sexual que figuraba en las revistas de entretenimiento, sin embargo, luego del anuncio de su deceso el 25 de junio del 2009, resucitaron los miles de fans que habían abandonado al cantante con el pasar de los años y un sin fin de nuevos rostros, que se autodenominaron como sus máximos seguidores. Lo mismo sucedió con Amy Winehouse, que pasó de ser, la chica mala de la prensa rosa, a convertirse en un estandarte trascendental del Jazz al que no todos valoraban cuando su voz aún podía escucharse en vivo. Algo similar le pasó a Whitney Houston, que antes de morir se consumía por las pocas ventas de sus álbumes de estudio o un David Bowie, cuya influencia innegable en la música estaba básicamente olvidada por gran parte de la sociedad.

Tomada de Heraldo

Al morir una estrella, sus álbumes regresan a las primeras posiciones de los charts mundiales, sus canciones vuelven a sonar en las radios y milagrosamente su imagen pública se vuelve intachable, porque ya no se les acusa ni se habla mal de ellos, y es que luego de morir se convierten en seres de gran respeto. De pronto surgen multitudes de fans, que con suerte han escuchado un par de canciones del artista, pero sorpresivamente son los que se convierten en sus máximos defensores. Es como si morir fuera el precio para poder vivir eternamente en la escena musical, convertirte en una figura de culto y ser comercialmente rentable en cualquier época futura.

Pero, ¿qué sucede con las leyendas que han pecado por seguir viviendo?

Tenemos a una Madonna que es vetada de las radios por estar a vísperas de cumplir 60 años, un Bob Dylan, que, a pesar de haber sido pieza fundamental en la música, se encuentra considerablemente desapercibido o una Doris Day, que con 96 años de vida ha quedado en el anonimato luego de haber tenido un día toda la atención del mundo. No es necesario ser adivino para predecir, que estas leyendas luego de su muerte, tendrán su merecido estatus de culto y un sin número de homenajes que pudieron haberse realizado con anticipación.

Tomada de Coveralia

No es necesario que muera un artista para poder valorar su trabajo, ni tampoco es un motivo para sobrevalorarlo. La muerte no hace mejores cantantes a quienes en vida dieron todo en el escenario y nos entregaron sus mejores éxitos. Los músicos al igual que nosotros, pierden rentabilidad en el sector laboral. Con el pasar de los años, algunos terminan su vejez con cantidades mínimas de dinero para poder sostenerse, siendo además de eso, ignorados completamente a causa de la indiferencia del público.

¿Será esto un proceso natural en el mundo de la farándula? ¿O se trata del sistema de mercado y consumo en el que vivimos?