Enseñar a pensar, no repetir

Enseñar a pensar, no repetir

Parte 1: Ensayos sobre la educación

La educación universitaria parece estancarse en dos grandes ejes: El pedagógico y el didáctico. Los estudiantes se enfrentan a un muro compuesto por ladrillos de burocracia, egocentrismo por parte del docente, reglamentos internos que no contribuyen al desarrollo académico y la concepción del centro de educación superior como empresa en vez de centro de formación de profesionales.

La frustración y la impotencia por parte del alumno no son abordadas por parte de los maestros o autoridades al interior de las universidades. Al contrario, se esconden detrás de un silencio impuesto por temor a una represalia.

El aula se asemeja a una celda y el joven universitario a un condenado a muerte.

Se puede capacitar al docente sobre constructivismo, humanismo o educación por competencias. Es posible que se establezcan manuales para orientar la labor pedagógica para potenciar al estudiante así como para establecer consejos para darles voz y participación.

Nada de ello servirá si, al momento de querer aplicar todo aquello, los encargados de conducir los procesos de enseñanza y aprendizaje opten por lo más sencillo: Seguir haciendo lo que por experiencia acumulada saben hacer.

Un cambio pedagógico debe iniciar por el quiebre de los paradigmas tradicionales que han guiado la práctica educativa para aceptar el desafío de implementar técnicas y métodos acorde. Dichos métodos deben ser acorde a ciertas cuestiones importantes:

 La dinámica del estudiante y de su generación.

El docente debe reconocer que el estudiante posee ahora acceso a una gran cantidad de información en comparación a hace 10 o 20 años atrás. Sin embargo, todo ese conocimiento acumulado no es en sí útil sino posee la capacidad de transformarlo.

Las universidades deben convertirse en un espacio donde el alumno cree su propio saber.

Para ello, se debe comprender que el centro de aprendizaje radica en el universitario. Los docentes deben convertirse en mediadores de los procesos y la evaluación debe orientarse a formar un pensamiento crítico de la realidad.

La educación debe enseñar a pensar; no sólo a repetir conocimiento. Para ello, el aula, con las herramientas didácticas correctas, debe concebirse como un ambiente de sano debate, discusión y consenso.

Atrás deben quedar las clases-dictado y la ponencia magistral.

La voz y participación debe tenerla quien está aprendiendo, no quien está enseñando. El Salvador nunca antes estuvo tan necesitado de una generación comprometida a generar un cambio en el país y las universidades deben regresar a convertirse en ese lugar de encuentro, creación y guía de esos procesos.

La educación en sí misma no es la solución a las diversas problemáticas, pero si debe basarse en la libertad y el consenso. Puede ser la piedra angular de la construcción de un mejor país y una sociedad equitativa.