La batalla contra el acoso: Un trabajo de asertividad conjunta

La batalla contra el acoso: Un trabajo de asertividad conjunta

Esta semana circuló en redes sociales el video de una joven nicaragüense que se molesta mucho porque un agente de seguridad privada le dice “Adiós”, a la salida de un restaurante de comida rápida. Aunque la mayoría de veces la utilicemos como mera formalidad, “Adiós” es una palabra de despedida que significa “a Dios le encomiendo”. Sin embargo, en países latinoamericanos como los nuestros, en los que se cosifica la figura de la mujer, la palabra “Adiós” muchas veces es utilizada con tono de morbo por los hombres. Y peor aún si se combina con “mamacita” “princesa” o “cosita rica”.

Como simples espectadores que desconocemos el contexto entero del video, y a los cuáles únicamente se nos proporciona una fracción de los hechos, no podemos hacer nada más que juzgar lo que vemos. Sin embargo, yendo más allá pueden entreverse varias cosas importantes:

Una de estas es el uso malicioso del título.

En las publicaciones divulgadas al respecto, resaltan el hecho que la joven es estudiante de la UCA y afirman que “humilla” al guardia de seguridad por haberle dicho aquella palabra.

El medio no sólo hace uso del nombre de una reconocida universidad en Nicaragua, sino que además, etiqueta un intercambio de palabras, como “humillación” sin saber bien el resto del contexto. No sabemos cuál fue el tono del “Adiós”; si fue un adiós normal y la chica es una escandalosa exagerada, o si fue uno de esos “adioses” prolongados, sucios y con silbido al final.

Otra cosa que puede entreverse es lo siguiente:

La normalización del acoso.

A simple vista el tipo de “Adiós” antes mencionado parece algo normal que ocurre siempre cuando una chica camina por las calles. Pues no, no es normal: Es irrespeto. ¿Te gustaría que se lo hicieran a tu madre o a tu hermana? No. Seguramente saltarías a insultar al tipo por meterse con las mujeres de tu vida.

Pues algo así fue lo que sucedió en este caso alguien se molestó y se defendió por sus propios medios ¿Fueron estos medios los adecuados? Puede ser que no. ¿Fueron los medios los asertivos? Puede ser que no.

Podemos educarnos en asertividad para educar a otros.

Otra observación que podemos hacer de este caso es la reacción instintiva de una mujer al sentirse agredida. Alguien se defendió; una de nosotras no calló. Muchas callan por miedo a la reacción del hombre o simplemente por miedo al ridículo público, pero si una se siente incómoda, ¿por qué debe callarse? ¿Por qué no reportarlo a las autoridades públicas o privadas? Se está pagando por un servicio no por un mal momento.

Para que este tipo de situaciones no se repitan como tal, tanto la mujer, como el hombre, debemos instruirnos mejor en la asertividad para dar respuestas que sean menos instintivas, más inteligentes, ya sean verbales o corporales.

Deberíamos ser educadas para eso, en función de educar al otro; al supuesto agresor. En la medida en que nosotras nos eduquemos sobre cómo reaccionar, ellos, como seres pensantes, sabrán entender que sus acciones no nos gustan. Es un trabajo conjunto, no culpemos sólo a una parte, más allá del género somos humanos; empoderémonos como tales.