Por: Erick Racso, Gestor Cultural
Siempre que iniciamos un recorrido en el Centro Histórico de San Salvador le decimos a la gente que es una zona muy segura, pero que por seguridad nos mantendremos en grupo en todo momento, y que si llega a pasar algo por favor griten, para que los demás corramos. La indicación a pesar de ser seria, no deja de causar gracia en los visitantes, una risa nerviosa que demuestra la vida cotidiana del salvadoreño, la capacidad de encontrarle el chiste a cuanta desgracia nos ocurre.
Nuestro primer recorrido al Palacio Nacional fue hace dos años, un día de semana, en aquellos días era imposible imaginar o solicitar que los horarios del lugar fueran acorde a las necesidades de la población. Un horario tirano de lunes a viernes de 8:00 a.m. a 4:00 p.m., el cual negaba la entrada a la gran mayoría de salvadoreños estudiantes, trabajadores y familias que solo disponen del fin de semana como tiempo de convivencia y descanso. En esa primera visita al Palacio Nacional, mi pareja que es trabajadora social y yo hacíamos entre los dos, la maravillosa cantidad de veinticinco centavos, y solo pedíamos contar al menos con dos visitantes para realizar el recorrido. Creo que nunca se nos va a olvidar ese momento, al llegar a la entrada principal había diecinueve personas sentadas en las gradas, esperando por los guías turísticos, diecinueve compatriotas que anhelaban conocer su país.
Dos años después de la remodelacion de las tres principales plazas del microcentro, las ventas ambulantes han vuelto a recuperar algunas cuadras de las zonas revitalizadas, entre los visitantes nacionales prevalece el mismo comentario: es una lástima, lo dicen con resignación perdiéndose sus voces entre gritos de a dólar la uva, vaya el agua, tomates. Lo interesante es que para los extranjeros es una novedad. En una ocasión un grupo de turistas nos detuvo en pleno recorrido para comprar pupusas en una plancha instalada en plena Plaza Barrios, no cabe duda que todos podemos beneficiarnos del turismo. Solo resta crear conciencia entre todos los usuarios, porque algo que a los turistas no les gusta es la basura inundando plazas, peatonales y calles, problema habitual en el sector y a nivel nacional.
Lamentablemente hay una correlación muy fuerte entre las ventas ambulantes y el aumento de los desechos. Uno de los lugares más bellos de la capital es asfixiado por bolsas, platos y vasos desechables, removedores de plástico, cajas de chicles, botellas de agua. Sí tan solo las Instituciones pudieran con todo sus recursos y aparataje invertir en sensibilizar a los miles de vendedores informales del sector sobre una simple ecuación: menos visitantes es igual a menos ingresos, más basura y desorden es igual a menos visitantes.
Los sitios turísticos son ventanas por las cuales el mundo nos observa y conoce. Tenemos unas hermosas peatonales, plazas y edificios centenarios, pero preferimos mostrarnos ante los extranjeros como un pueblo sin educación. En este punto, los máximos culpables son la alcaldía y el gobierno, que ocupan sus ilimitados recursos y aparataje en una interminable campaña política en vez de invertir en lo más importante: el factor humano.
Por lo anterior, nacen iniciativas como Espiral de El Salvador, que al no ser partido político ni tener agendas partidarias podemos enfocarnos en lo realmente importante: la promoción del arte, la historia y la cultura. Para ello, hemos creado emprendimientos culturales como Lúdica que busca animar, intervenir, transformar jugando, y Espiral Tours, ambas sin fondos del Estado y a veces obstaculizados por Instituciones inhumanas, porque el deterioro del apenas revitalizado Centro Histórico de San Salvador nos ha significado menos visitas. Ahora se piensa en una fase de revitalización de la Calle Rubén Darío, y como es habitual en el proyecto sólo se contempla la infraestructura, y será un éxito comercial que está condenado a extinguirse en un par de años.
Mientras tanto, seguiremos trabajando en nuestras visitas culturales y recorridos turísticos, en los cuales hemos mostrado el corazón de la capital a familias, empresas, escuelas, colegios, universidades y ong’s. Gracias a estas iniciativas hemos generado ingresos para artistas, guías turísticos, gestores culturales, diseñadores, fotógrafos y negocios locales. Ahora nos corresponde crear Turismo Social, que es la siguiente fase de nuestro proyecto.
Hace más de veinte años llegué a vender al Mercado Central, pasé diez años aprendiendo el fino arte de vender para no morirme de hambre, ahora que las visitas culturales y recorridos turísticos me dan trabajo y me permiten generar empleo a otras personas, puedo asegurar que es posible mejorar las vidas de las personas a través del conocimiento. Luego de un diplomado en Gestión Cultural Colaborativa y una capacitación para guía turístico, puedo decir con orgullo que se puede cambiar, que de vendedor se puede ser gestor cultural y guía turístico sin morirse de hambre en el intento.