Por: Irene Sofía Martí, colaboradora externa
“Las masculinidades tóxicas”, “La masculinidad hegemónica” y “Las nuevas masculinidades” son términos ligados al feminismo y grupos LGTB, que comienzan a hacer incursión en nuestro medio, con ellos los “Nuevos valores”, “La nueva moral” y la forma ‘deconstructiva’ de verdades que antes creíamos absolutas.
Estos conceptos se basan en que lo que siempre hemos considerado como masculino, no es más que una construcción social creada por el patriarcado en la que se le atribuyen características como la fortaleza, dominio y poder que le permite estar en una posición superior a la mujer. También se le atribuye que atenta contra la igualdad entre hombres y mujeres y no permite la inclusión de otras formas infinitamente variadas de ser hombre, haciendo de la masculinidad tradicional un concepto obsoleto.
Un ejemplo claro referente a los anterior, es un anuncio de Gillette España, en donde en una de sus escenas podemos ver a un hombre vestido de mujer maquillándose, mientras se escucha la frase “Hay que ser muy hombre para ser una reina”.
La idea es desarraigar al hombre de sus características biológicas y explicar la masculinidad únicamente como consecuencia de una construcción socio-cultural, y así convertirlo en algo totalmente alejado de lo que hasta ahora se ha considerado lo masculino.
Bajo estas afirmaciones, existe un bombardeo ideológico que tiene el objetivo de convertir al hombre orgulloso de su hombría en el enemigo al que la sociedad debe vencer. Este sujeto se convierte en objeto de desaprobación por aspectos como su apariencia física, su rol de proveedor, de protector de la familia, sus habilidades de seducción, su caballerosidad, sus actitudes de liderazgo, entre otras. Aspectos, que pueden estar o no, ligados al machismo, y que según la educación y toma de conciencia del individuo pueden ser una contribución al fortalecimiento de la sociedad o pueden constituir una amenaza.
Pero, esta situación no se queda solamente en el terreno de las ideas. En países en los que el feminismo ha influido en las legislaciones estatales se están viendo situaciones en donde literalmente se busca destruir los incentivos para que los hombres quieran formar relaciones o casarse. En estos estados las leyes protegen mucho más a las mujeres en situaciones de demandas por violencia, divorcios, tenencia de hijos, distribución del patrimonio, etc. lo cual se convierte en un atentado contra las familias existentes y la creación de nuevas.
¿Pero entonces existe realmente una masculinidad tóxica o es el machismo el verdadero enemigo?
Ciertamente, el machismo existe y ha afectado significativamente la vida y derechos de las mujeres a lo largo de la historia, definitivamente debe haber una lucha en contra de estos aspectos culturales nocivos. Pero también es importante destacar que estas actitudes no están ligadas exclusivamente a lo masculino, ya que el abuso de poder, la discriminación, la negación de derechos, el abuso sexual, los abusos físicos y psicológicos, no son inherentes de los hombres, pueden presentarse en cualquier ser humano que posea alguna ventaja física o psicológica sobre otros y que haga mal uso de ello.
La solución a los problemas sociales que acarrea el machismo, no deberían implicar la eliminación de lo masculino, ni mucho menos sembrar odio hacia los hombres cada vez más perceptible. Es indispensable que tomemos conciencia de dónde termina lo lógico y comienza lo ideológico, diferenciar entre las acciones razonables que sí nos permitirán solucionar problemas de violencia hacia las mujeres, y en donde comienza la estigmatización de lo masculino como estrategia para lograr objetivos alejados de las verdaderas necesidades.
Valoremos la necesidad de hombres orgullosos de su naturaleza, no dudosos de ella, hombres que interioricen los valores que realmente nos lleven a una convivencia sana entre hombres y mujeres que sean aliados en el logro de la verdadera igualdad, reconociendo que somos diferentes, pero con igual valor.
Existimos muchas mujeres que podemos dar testimonio de hombres “tradicionales” buenos, respetuosos, amorosos, protectores y bien intencionados.