Soluciones al cambio climático: Raíces profundas, fuertes, permanentes y abundantes

Soluciones al cambio climático: Raíces profundas, fuertes, permanentes y abundantes

Para lograr la estabilidad climática, no es suficiente adoptar una política de emisiones bajas. La atmósfera está patológicamente sobresaturada. Necesitamos, con urgencia, bajar el carbono atmosférico y depositarlo en la tierra donde puede añadir fertilidad a los suelos.

Con la modernización, tecnología, infraestructura y maquinaria existente, se ha descubierto que es extremadamente fácil carbonizar la atmósfera, pero es intensamente difícil descarbonizarla. La ley de la física dicta que el dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, una vez formados, flotan hasta la atmósfera.

La cobertura vegetal mundial tanto terrestre como marina, ha sido históricamente un imán natural, atrayendo y bajando el dióxido de carbono atmosférico, utilizándolo como materia prima para su crecimiento.

Con el dióxido de carbono, las plantas y árboles crecen, florecen y producen sus frutos.

Pero con una cantidad sofocante y creciente del mismo gas, el reino vegetal no tiene capacidad para absorber lo sobrante.

Para dinamizar la captación del dióxido de carbono, lo primordial será hacer caso del reclamo de la Madre Tierra. Ella no pide más centros urbanos o junglas de concreto, sino un planeta saludable que empiece con una cobertura vegetal diversa e inmensa. La cobertura vegetal comienza con sistemas de raíces profundas, fuertes, permanentes y abundantes.

Para poder secuestrar el dióxido de carbono, rescatar fuentes de agua y generar abundancia de alimentos, debemos implementar una reforestación estratégica, que esté enfocada en la recuperación de las especies de árboles y arbustos con valor nutritivo y medicinal. Sus raíces profundas, fuertes, permanentes y abundantes pueden constituirse como la parte más imprescindible del paquete a favor de la seguridad alimentaria y seguridad hídrica para proveer una reserva de alimentos y agua más resistente al cambio climático.

El valor real del árbol es su permanencia en la tierra.

Pero la humanidad tiende a valorar el árbol en términos monetarios. El árbol muerto es madera, lo cual tiene su precio en el mercado. Pero el árbol vivo absorbe dióxido de carbono y bombea nuestro oxigeno. El árbol muerto libera el dióxido de carbono ya almacenado.

 Soluciones al cambio climático: Raíces profundas, fuertes, permanentes y abundantes

En el transcurso de los años y décadas, los árboles y los bosques captan progresivamente más dióxido de carbono. Un árbol viejo, pero todavía robusto, es la maquinaria más eficaz en la captura de ese gas. Sin embargo, desde la óptica del mercado, los “viejos” son más valiosos porque rinden mucho más biomasa y más ganancias.

Los árboles son utilizados de una manera rutinaria para productos de madera o productos de papel.

Justificar la tala de árboles en áreas que ya sufren de un alto grado de desforestación, significa una reducción drástica en la captación del dióxido de carbono. Incluso si se reemplazan los árboles viejos con las plántulas nuevas en esfuerzos de “reforestación”, una región pasará décadas antes de que restaure su capacidad de captar el dióxido de carbono. Ya no tenemos décadas para restaurar este mundo.

Para sobrevivir hasta el próximo siglo, la humanidad necesita adoptar una política universal de sostenibilidad. Eso significa, utilizar lo renovable y proteger lo agotable. Utilizando el agua sin dejar que las zonas de abastecimiento hídrico se recarguen, estamos agotando el agua. Igual, destruir bosques significa agotar el mecanismo responsable que nos da aire, agua y alimentos.

La parte renovable de un árbol es su fruto.

Dentro de un plan ambientalmente amigable no podemos seguir cosechando árboles. Podemos cosechar sus frutos, una gran cantidad de ellos son comestibles. Cosechar sus frutos no mata el árbol, así preservamos y protegemos sus raíces profundas, fuertes, permanentes y abundantes. Así se preserva su función climática, dejándolo seguir secuestrando el dióxido de carbono.

 Soluciones al cambio climático: Raíces profundas, fuertes, permanentes y abundantes

Aparte de promover una reforestación estratégica para crear una reserva alimentaria, necesitamos recrear la agricultura para que no sea un instrumento para generar más cambio climático. La  agricultura típica y moderna, basada en quemas y químicos, produce grandes cantidades de gases de efecto invernadero.

La práctica de quema de rastrojos y tierra, resulta en grandes emisiones de dióxido de carbono, liberando lo que la milpa capta durante su crecimiento.

Además mata a la vida biológica de los suelo.

Mata especialmente los microorganismos tan vitales para las plantas. Aplicar insumos basados en nitrógeno libera el óxido nitroso, un gas de efecto invernadero 300 veces más potente que el dióxido de carbono.

La práctica de la agricultura orgánica, no sólo produce alimentos más limpios, recicla los desechos orgánicos, protege los suelos y es parte del ciclo natural que ayuda a enriquecer la tierra. Si depositamos el carbono y los nutrientes naturales otra vez en la tierra, estamos dándole fertilidad.

Bien hecho, la agricultura orgánica bloquea el flujo masivo del carbono hasta la atmósfera sin generar cambio climático.

La ciencia no puede afirmar el fallo final y definitivo, si los granos básicos van a sobrevivir o sucumbir a los peores estragos del cambio climático.

Tampoco sabemos si áreas forestales van a soportar un clima que estamos cocinando ahora.

Pero algo es seguro: los árboles con raíces fuertes y troncos grandes, tienden a ser mucho más resistentes a la adversidad que plantas anuales con raíces superficiales y tallos delgados. Una reforestación estratégica es nuestra trinchera de defensa y resistencia al cambio climático.

Aparte de captar más gases en la tierra, necesitamos bajar el volumen de emisiones llegando a “cero emisiones” lo más pronto posible. Para bajar el volumen de emisiones, la humanidad necesita reemplazar la industria extractivista más grande en su historia, la industria de concreto y cemento.

Agradecimientos a: Miguelito Hoffman.